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martes, 30 de noviembre de 2010

Regalos de navidad




Caminaron un rato por el barro y llegaron hasta un pequeño muro de cemento. La puerta de aquella enorme industria estaba abierta y entraron sin problemas. Eran como dos pequeñas ratas curioseando, ratas de campo, de alcantarilla.

Y sus sentidos ya no agudizaban como antes pero conservaban el olfato.

Era domingo y dentro no había nadie. Los despachos estaban llenos de cuadernos y de papeles en desorden. Los pasillos eran muy oscuros y largos. Las salas grandes estaban llenas de máquinas grandes, botes de tinta y enormes rollos de papel continuo. Las mesas grises se alineaban en una especie de orden geométrico. Los ordenadores y sus pequeñas lucecitas verdes y rojas se reflejaban en los cristales de los despachos. La atmósfera respondía a un tipo de microcosmos diario y parecía contenida en una mezcla de pegamento y polvo de papel. Sus ojos rojos de rata brillaban y se movían de un lado a otro con rapidez.

Y se les acababa el tiempo.


- Vámonos de aquí, pueden llegar en cualquier momento. - dijo uno de ellos.

- Claro que sí, ahora mismo, espera un poco… - respondió su amigo.


Dicho esto desapareció. Se había esfumado y él ni siquiera se había dado cuenta. Muy asustado aceleró el paso y subió unas empinadas escaleras de aluminio. Su amigo seguía sin aparecer. La posibilidad de que alguien le hubiera pillado no dejaba de atormentarle. Atravesó un oscuro pasillo y su corazón empezó a latir con fuerza. A lo lejos se escuchaban sonidos de pasos y a través de la oscuridad se le aparecieron imágenes horribles. Imaginaba golpes en la cabeza y problemas para respirar. Su pequeño cuerpo no aguantaría las pisadas y se moriría allí mismo. Sus pies se clavaron en el suelo y su cabeza empezó a dar vueltas.

De repente vio a su amigo.


- No vas a creer lo que acabo de descubrir. –dijo gritando.


Estaba emocionado y caminaba muy deprisa. Entraron en un enorme despacho y detrás de una mesa descubrieron un montón de regalos de navidad. A su lado había una caja llena de botellas de licor de avellana y algo de turrón. Abrieron una botella y echaron un trago.

- Buagggg, ¡Que malo!

- Pues a mí me gusta, ¡salud! – dijo su amigo.


Y se largaron de allí como ratas con sombrero de papa Noel. Se llevaron los regalos del jefe y un par de botellas. Eran sus regalos. Ellos los habían encontrado.

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