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lunes, 24 de noviembre de 2014

FASTIDIO

Cuando se pone a llorar
Camina con paso lento
Cruza la carretera y mira en sentido contrario
Y eso te fastidia
Patea las hojas secas
Con la cabeza gacha
En su propio mundo
Camina con paso lento
Patea las hojas secas
En su propio mundo
Y eso te fastidia

domingo, 23 de noviembre de 2014

Una estampa de amor y muerte



Nadie podía entender lo acontecido aquella noche de verano. Ni siquiera la policía barajaba muchos datos. Un chico y una chica habían sido atacados por un desconocido la madrugada del sábado al domingo. Volvían por la carretera de un pueblo vecino en fiestas y de repente alguien, sin apenas mediar palabra, les había agredido. Cuando me interrogaron, yo seguía temblando por los nervios y casi no podía ni hablar. El inspector de turno me hizo unas preguntas no sin antes invitarme a una taza de café.


- ¿Qué tal se encuentra?– Dijo el inspector.

- Mejor - respondí.

- Estupendo, mire usted… Según las declaraciones del novio de la víctima, el agresor les abordó en la propia carretera. Por lo declarado, un hombre les pidió tabaco y ellos contestaron que no tenían. Siguieron su camino y entonces el agresor arremetió por detrás con un arma blanca. Posteriormente se dio a la fuga, al parecer en un ciclomotor. ¿Vio usted a alguien más en la carretera?

- No. – contesté.


Por lo visto yo era la única testigo del suceso. Nadie más tenía pistas de lo ocurrido. Hacía frío y los pájaros empezaban a entonar sus melodías diurnas. El cielo se tornaba pálido. Yo rodeaba mi taza de café con las manos, intentando entrar en calor. El policía me miraba y esperaba muy paciente a que largara mi declaración.


- ¿Puede contarnos todo lo que vio exactamente?

- Claro. – Respondí.


Empezaba a recordar e intentaba construir mi relato lo más claro posible.


- Serían alrededor de las cinco y media de la madrugada. Yo volvía sola porque había discutido con mis amigas. Caminaba muy deprisa. Solamente quería llegar a casa y olvidarme de aquella noche. De repente a lo lejos me pareció ver algo, como una mancha blanca en medio de la calzada. Cuando estaba más cerca pude reconocer a dos personas tumbadas en la carretera. Me quedé paralizada sin saber muy bien cómo reaccionar. En un principio me asusté y pensé en retroceder. Parecía como si él le atacara a ella, pero en seguida me di cuenta de la verdad. El chico gritaba desconsolado y pedía ayuda de forma desesperada. Estaba fuera de sí y buscaba algo que no entendía. Al agarrarle el hombro para ayudarle comprobé que él también sangraba. Tenía como un agujero, pero ni siquiera se daba cuenta. Sólo intentaba taponar la herida de ella. ¿No le parece precioso?

- Por favor. Limítese a la declaración y evite dar su opinión al respecto. Hay una chica herida grave debatiéndose entre la vida y la muerte… Prosiga por favor.

- Está bien… Pues por suerte yo soy enfermera. Lo primero que hice fue intentar taponar la herida de ella con pañuelos y fulares. Mientras esperábamos la ambulancia intenté calmar al chico. Estaba nervioso y gemía constantemente. Se notaba que amaba locamente a aquella chica…

- Por favor…limítese a los hechos ¿Y usted no vio nada más? ¿No pudo ver cómo huía el agresor? ¿Ni rastro de la motocicleta?

- Ni rastro, ya se lo he dicho. No pude ver nada excepto a las víctimas. Esto es todo lo que puedo aportar…

- Estupendo, ya ha hecho bastante, muchas gracias por su declaración. Si necesito hacerle alguna otra pregunta le llamaré. ¿De acuerdo?

- De acuerdo- Contesté.


El sol se asomaba entre las montañas. La gente de los pueblos de alrededor se arremolinaba en la carretera.


- ¿Necesita que la lleve a su casa? – dijo el inspector.

- No, gracias. Vivo muy cerca. Me iré andando.

- Como quiera…


Y me largué hacia mi casa. Mientras caminaba por la carretera pensaba en la mala suerte de aquellos chicos. Unos minutos más tarde y yo podría haber sido la víctima de aquel tarado. En parte, ellos me habían salvado la vida y les debía algo por ello. Pensaba también en el chico y en su rostro desencajado intentado taponar la herida de su novia. En ese momento el chico no sentía nada a pesar de sus heridas. Cuanto amor desbordaban sus gemidos… Qué locura de amor desprendían aquellos aspavientos…

Me imaginaba tumbada en la carretera y herida de gravedad. Sola, en medio de la oscuridad y sin que nadie me salvara de una muerte segura. De repente me acordé de todas y cada una de las personas que amaba. Sentía que mi deber era cuidarlas y respetarlas a pesar de todo. Aquella pareja me había mostrado en un instante desesperado todo lo que importa en la vida.

Su estampa de amor y muerte se había grabado en mi espíritu y me producía un fuerte dolor de cabeza…




miércoles, 19 de noviembre de 2014

ASPITOS

No te conozco
Pero ya me imagino contigo
Dando un paseo 
Te idealizo
Con poco dinero en el bolsillo
No te conozco
Pero me hace ilusión
Imaginar a dos personas
Una tarde cualquiera
Paseando a la deriva
No te conozco
Pero supongo que ya sabes
De sobra
Que no existen aspitos
Bañados en chocolate
Ya no los fabrican
Pero me hace ilusión
Pensar que sí
Existen
...

lunes, 17 de noviembre de 2014

Una montaña de gelatina

A veces imagino cosas muy dulces
Tengo sueños empalagosos, tengo deseos
Si me preguntas qué me gustaría ser de mayor 
te digo que bombero
Si me preguntas si existen los duendes
te digo que no
a ver, imagina, una montaña de gelatina…
inventada para ser observada
desde lejos
existe para ser contemplada
desde lejos
y te sueltan en el centro, desde un helicóptero
y te hundes sin remedio y te ahogas
y tragas un montón de gelatina, se supone que de fresa
dejas de respirar, te mueres
y entonces ahora ya no existes
desde lejos te descompones…

A veces imagino cosas muy dulces
Sueño contigo
Pienso en ti, te imagino
en una montaña de gelatina…
(La poesía no es para ti, es contigo, la he hecho contigo…)

domingo, 16 de noviembre de 2014

¡Qué felices habríamos sido los dos!



Me levanté por la mañana a eso de las once. El despertador había sonado a las nueve pero no le había hecho ni puñetero caso. Después de ducharme, desayunar y fumarme un cigarro me puse el chubasquero y salí a dar un paseo.

Caminar despejaba mis ideas y me hacía sentirme viva.

Crucé un viejo puente de piedra y me adentré directamente en el monte. Mi plan era estirar un poco las piernas y volver en media hora dando un rodeo al pueblo. Cuando llevaba cinco minutos andando me puse a recordar. Caminé un poquito más y entonces le vi. Avanzaba conmigo y escuchaba todo lo que le decía. Se reía y me miraba directamente, como intentando desvelar el sentido de mis palabras.

- Mira el paisaje. Parece mentira que todo esto se encuentre a menos de media hora de casa. ¿No te parece increíble?

- Sí que me lo parece. Es una pasada. – Contestaba él.

Y me miraba de nuevo sonriendo. Como deseando abrazarme y besarme a la vez. Todo a la vez.

- Mira. Todavía quedan restos. Aquí pasábamos los veranos enteros construyendo cabañas. – Dije de pronto.

- No veo nada.

- Fíjate, mira entre la maleza. ¿No ves unos plásticos y unas maderas?

- Sí, es verdad.

- Pues eso es todo lo que queda de nuestras cabañas…

Y entonces me abrazó. Me detuvo de golpe y me agarró de la cintura con fuerza. Acto seguido me besó en los labios y luego me dijo.

- Creo que me gustas.

- Tú también me gustas un montón – respondí de forma mecánica.

Y sin mediar una palabra más continuamos andando. En medio del camino había una enorme cagada de vaca y justamente en el centro una pisada humana. Nos hacía gracia pensar en la persona que había tropezado con ella. Seguramente se había enfadado un montón al hacerlo.

Nos gustaba suponer y transformar la realidad. Así todo era mucho más divertido.

Caminamos un poquito más y llegamos a un claro del bosque. El sol brillaba y se reflejaba en las montañas. Los colores del otoño formaban una paleta rica en matices dorados. Y soplaba un viento helado que transportaba fragancias de hierba mezcladas con barro.

A los cinco minutos tomamos la carretera que nos llevaba de nuevo directos al pueblo.

A nuestra derecha se levantaban majestuosas un montón de fincas de veraneo. Mientras caminábamos a grandes zancadas yo le contaba cómo antaño, solíamos hacer planes para colarnos dentro y bañarnos en sus piscinas. Él alucinaba con mis historias. Estaba claro que ahora me tocaba a mí. A él no le importaba escucharme. Sabía que a mí tampoco me importaría escuchar sus historias en el futuro.

Me miraba con supremo cariño y su expresión me hacía feliz.

Y entonces me abrazó de nuevo. No quería soltarme. Yo tampoco a él… No queríamos soltarnos hasta llegar al pueblo.

A lo lejos, sobrevolaba un grupo de patos salvajes en forma de uve. Seguramente se dirigían hacia zonas más cálidas.

- Me gustaría formar parte de una bandada de patos salvajes. Me gustaría emigrar como ellos hacia zonas más cálidas. ¿Te imaginas? – Dije mirando al cielo.

Nadie contestó ni tampoco nadie dijo nada. Hablaba sola y caminaba sola por la carretera.

Mi compañero había desaparecido. Y todo se tornaba gris oscuro.

Comenzó a llover con fuerza. Los coches circulaban a toda velocidad y parecían querer atropellarme. Soplaba un horrible viento que me hacía tiritar con violencia. Llegué a casa empapada y encendí la luz del salón. Las persianas estaban bajadas y la casa totalmente a oscuras.

Una maravillosa nostalgia paralizaba mi cuerpo…

¡Qué felices habríamos sido los dos caminando juntos por el bosque!




Aquella misma noche volví de nuevo al viejo puente de piedra. Necesitaba volver a verle y sentir una vez más su compañía. Confiaba en que aparecería de improviso como lo había hecho antes. De repente le vi. Caminaba inclinado y se acercaba despacio. El cielo azul oscuro recortaba una silueta negra que avanzaba lentamente y en silencio. Aparté la vista unos segundos y cuando quise volver a mirar ya estaba sentado junto a mí. No dijo nada. Me rodeó con el brazo y se dispuso a observar el cielo. Los murciélagos revoloteaban sobre nosotros. Las ranas entonaban macabras melodías desde una oscura charca cercana.

Y entre los matorrales los grillos murmuraban su cortejo nocturno.

El aire era cálido, agradable. Por alguna extraña razón había cambiado la temperatura de golpe. Me sentía en armonía mirando el cielo junto a él. Podía verlo todo reflejado en sus ojos. El viejo puente, las nubes, los árboles… todo. La luna llena iluminaba parte de su rostro. Su extrema palidez creaba un poderoso influjo que me volvía loca. No podía soportarlo. ¿Por qué no era real? Nos besamos y nos despedimos. Entonces aquella encorvada silueta desapareció para siempre, dejándome de nuevo sola en medio de la oscuridad.

Una maravillosa nostalgia paralizaba mi cuerpo…

¡Qué felices habríamos sido los dos observando juntos la luna en el cielo!


miércoles, 5 de noviembre de 2014

JUMPERS

puede ser que
no lo sé

alrededor
un muro de ojos
nos impida ver el exterior
y puede ser que te separen
del resto

entonces estaremos solos tú y yo
aburridos pero felices
comiendo sandwiches de nocilla
y devorando jumpers

puede ser que
no lo sé

aquellos ojos
que tanto asedian
nos lancen destellos
y hagan desaparecer
las monedas del fondo del sofá
los tesoros que tan celosamente guardabas

entonces estaremos solos tú y yo
aburridos pero felices
comiendo sandwiches de nocilla
y devorando jumpers

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