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jueves, 23 de diciembre de 2010

Inauguración en el Palacete De Burlada el dia 23 de Diciembre a las 8 de la tarde




Blonde Red howard publica casi diariamente en su blog (http://blonderedhoward.blogspot.com/) cuentos e ilustraciones hechas en papier collé. Blonde Red Howard es en realidad el nombre artístico o alter ego de Txema Maraví Artieda, natural de Pamplona, técnico y licenciado en Artes por la Universidad de Bellas Artes de Cuenca.

La muestra se compone de la presentación de un libro de relatos de título “La rueda del contador no gira” y de una exposición de sus ilustraciones en papier collé.
El papier collé es una técnica que se asemeja al collage pero con la diferencia de que no se conjugan ni se descontextualizan otros lenguajes como puede ser la fotografía o la tipografía. El papier collé se trata simplemente del ensamblaje de cartulinas de colores en disposición de una forma o imagen. El lenguaje de planos de color se asemeja más a la pintura de colores planos y al dibujo que al tradicional collage.

La muestra recoge una selección del trabajo más reciente de este artista.

Autoedición de mi primer libro de relatos




Si quieres recibir un ejemplar mándame tu dirección de correo ordinario a:


blonderedhoward@gmail.com

jueves, 16 de diciembre de 2010

El efecto 2000





Se le congelaban los pies sentado al ordenador. Llevaba toda la tarde esperando a que su amigo le llamara por teléfono. Habían decidido coger el coche y tomarse algo en el bar de un pueblo cercano. Después de ducharse y cambiarse de ropa llamaron a la puerta.

- ¿Qué haces basurón, nos vamos?

- Claro que sí, espera un momento a que apague el ordenador.


Y se marcharon de C. con dirección hacia B.

Cuando llegaron al pueblo lo primero que hicieron fue preguntar por el restaurante. Su amigo lo conocía desde hacía años. Era también una especie de museo donde su dueño exhibía todas sus esculturas. Las siluetas de aquellas piedras y troncos poseían formas de personas y animales. La arquitectura del lugar era el espacio idóneo para mantener una estupenda conversación y echar a volar la imaginación.

Entraron en el bar y pidieron un par de cañas. Dentro estaban tres chicos jóvenes, uno de ellos tocaba la guitarra y los demás le observaban. Pagaron y salieron a la terraza con las dos cervezas.

Las conversaciones giraban en torno a la posibilidad de viajar en el tiempo. Y con esto no inventaban nada. No había maquinas de por medio. Viajar en el tiempo suponía el hecho de que podían hablar del pasado y del futuro cambiando las posibilidades. Su conciencia del presente les permitía cambiar la historia de los acontecimientos y trasladar su realidad de una forma creativa.

Recordaron el efecto 2000. Se acordaron de la campaña mediática que los informativos y la publicidad habían llevado a cabo a finales del siglo XX.

Y les hacía gracia todo aquello.

A pesar de lo ridículo que resultaba, pensaron que no sería mala idea escribir relatos acerca de aquel efecto. Existían un montón de posibles efectos en el caso de que algo importante hubiera pasado. Ellos sabían que tan solo había supuesto un pequeño asunto de unos y ceros. Sin embargo, no descartaron la posibilidad de un futuro hipotético. Conllevar el efecto 2000 en forma de relato corto era una posibilidad más de crear.

Y sus conversaciones giraban en torno a la posibilidad de marcharse de allí.




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Posible efecto 2000 nº1


Tras una evidencia remitida por la observación y una regla para ordenar la cadenas binarías de su ordenador se dio cuenta de que algo no iba bien. Los extraños símbolos que aparecían en la pantalla del ordenador no correspondían para nada a su programa de distribución. Solo podía atribuir el cambio a un enjambre de partículas libres de distintas posiciones y velocidades. Introdujo los datos precisos para comprobar si era cierto que aquellas partículas trasladaban las cadenas de lenguaje binario en la dirección equivocada. Era cierto, no había nada que hacer y su cuerpo temblaba como un flan.

Con los ojos cansados e inyectados en sangre llamó a su compañero. Acostumbraba a trabajar sólo pero aquella tarde había llamado al doctor F. para que le aconsejara y asesorara en su nuevo proyecto. Hasta entonces todo iba sobre ruedas. Nada podía salir mal. Presentaría su proyecto en el hospital y centro de investigación BAUD y podría tomarse unas largas vacaciones. Sus amigos le habían llamado para quedar con él por la noche pero había puesto una excusa. Al fin y al cabo la noche de fin de año se repetía siempre de la misma forma y resultaba aburrida. Y además odiaba las resacas de año nuevo.

Apagó el ordenador y revisó sus papeles. Entre sus bocetos había un pequeño apunte en rojo escrito una noche de borrachera. No se acordaba de casi nada. Aquella noche la había pillado buena y cuando llegó a casa no podía dormir así que se mantuvo en vela hasta el mediodía. Al lado del primer capítulo de su tesis estaba apuntada la palabra REM que era en realidad una abreviatura de remark (observación). Comprobó los datos obtenidos, se levantó de la silla y revisó los periféricos de salida. Ninguno de ellos aparentaba nada raro. Le dolían los brazos y el cuello. Se tumbó en el suelo y cerró los ojos.

De repente su amigo apareció gritando.

- ¡No vas a creer lo que acaba de ocurrir!

Se suponía que limpiaba los restos de la cena pero al comprobar que su amigo hablaba en serio se levantó asustado y le siguió hasta la cocina.

El olor a pollo frito destacaba en el aire como en un restaurante. El suelo de la cocina estaba lleno de una masa negra viscosa y los electrodomésticos estaban apagados. El fluorescente del techo parpadeaba y un montón de vasos y platos se estrellaban contra el suelo. Cuando el chico quiso parar aquel desfile su amigo le aconsejó.

- No lo hagas, yo lo he intentado y mira lo que me ha pasado.

Y le enseñó un corte en la palma de mano.

No era posible que nada de aquello estuviese ocurriendo. Se acercó hasta la encimera de la cocina y cuando dio el primer paso se resbaló con la masa negra del suelo. La masa viscosa helada le quemaba la piel y de repente se apagó la luz. Se levantó del suelo y buscó a tientas el interruptor. No lo encontraba y mientras lo buscaba desesperadamente empezó a sentir un sabor a óxido que le llenaba la garganta y la boca. Se metió la mano en la boca y sacó un mechero para poder ver algo. Sus dedos estaban manchados de sangre. No encontraba a su amigo. Gritaba desesperado y corría de un lado a otro de la casa. Cuando recuperó el control de si mismo decidió salir de allí. Abrió la puerta principal y corrió escaleras abajo. En la calle no había nadie y parecía como si la humanidad entera hubiese desaparecido.

El aire se hacía asfixiante y su cabeza daba vueltas en la oscuridad. De repente apareció su amigo. Estaba pálido y presentaba una herida en la cabeza. Le preguntó si sabía qué demonios estaba ocurriendo y no contestaba, sólo se limitaba a gritar. El mundo entero se había vuelto loco, su amigo se había vuelto loco y seguramente él también se estaba volviendo loco. Cuando quiso espabilar a su amigo éste se dio la vuelta y se marchó corriendo por la carretera. Se había quedado de nuevo sólo.

Su cuerpo empezaba a desfallecer y se tumbó en la acera. Cuando cerró los ojos se le aparecieron todas las fórmulas que había desarrollado y que formaban parte de su modelo oscilatorio.


2.º: k = 0

α≥ 0. G ( R ) es positivo, con un mínimo en R = (3C/2α).


El comportamiento general era muy similar salvo que aquí existía la solución explícita.

ds = ∑ ∑g (x)



Y suponiendo que su sistema elaborado para la suma de velocidades fuese válido no podía ser determinado por razonamientos a priori.

α = p = 0, R(t) ≤ exp ⌐ t (α/3)

Cuando se dio cuenta de que todo era inevitable y de que el mundo entero se desmoronaba abrió los ojos. Las nubes cruzaban el cielo a toda velocidad y las estrellas se fundían una por una. El color negro del cielo empezaba a palidecer y ya no sentía el peso de sus brazos. Ya casi ni sentía el peso de su propio cuerpo.

Y una luz blanca le dejaba ciego e intentaba pensar en ello. No podía pensar en nada. Era imposible pensar en nada.



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Posible efecto 2000 nº2


Hacía mucho frío y el cielo estaba totalmente despejado. Atravesaron un campo de hierba helada y se sentaron en lo alto de una pequeña colina. Desde allí se veían las montañas gigantes y llenas de nieve. Se juntaron unos contra otros y empezaron a hablar uno por uno. Mientras lo hacían una espesa nube de vaho se fundía con el aire y alentaba los alrededores del grupo. No sabían lo que ocurriría a partir de las doce. Seguramente nada especial. Todos los años se hacían ilusiones de que algo increíble iría a pasar. Y nunca fue así.

Pero por lo menos él y sus amigos podían disfrutar de una noche en compañía de sí mismos.

Sincronizaron sus relojes y empezaron a contar historias de ciencia ficción. Cuando se dieron cuenta de que ya habían pasado las doce se levantaron y se fueron de allí.

Se marcharon de allí y nunca volvieron. Desaparecieron sin dejar huella. Nunca jamás supo nadie nada de ellos. Se barajaron muchas hipótesis. Los periódicos más sensacionalistas hablaron de un posible secuestro alienígena. La policía hablaba de mafias extranjeras y traficantes de órganos. Los familiares y amigos nunca perdieron la esperanza de encontrarlos con vida deambulando perdidos por aquellos montes.

Y la verdad es que se siguieron escuchando historias de todo tipo durante años.



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Posible efecto 2000 nº3



En realidad llevaba una doble vida. Una durante el día y otra durante la noche. La gente le tomaba por una persona tranquila y afable pero por la noche se transformaba en una especie de loco. Cada vez que salía con sus amigos acababa cometiendo alguna fechoría. La gente normalmente cuando bebía hacía cosas de borracho, hablar más de la cuenta, estrellar vasos contra el suelo, bailar como si no existiese el mañana. Sin embargo él hacía todo eso y más. Sentía a veces que el mundo giraba a su alrededor y que el espacio vital de los demás era de su propiedad. También pensaba en la muerte como impulso de supervivencia. Su conciencia le redactaba extrañas acciones que su mente racional no reconocía. Esa misma noche habían decidido pasarlo bien. No era una noche especial a pesar de que se trataba de la última noche del año. De hecho todas las noches de fin de año eran una fotocopia de la anterior.

Cuando ya llevaban cinco horas bebiendo y bailando uno de sus mejores amigos le preguntó la hora. Miró a su reloj y empezó a gritar y a reír. Su reloj del móvil se había parado justamente a las 11 horas y 59 minutos. Se suponía que todavía no había cambiado de milenio y que por lo tanto podían hablar en otro siglo. Cogió el móvil con rabia y lo estrelló con fuerza. Los pedazos se dispersaron por el suelo lleno de priva y serrín. Mientras él se divertía, su amigo intentaba recuperar los trozos y volverlos a unir. Cuando ya se iba para casa se despidió y le devolvió el móvil entero. Estaba intacto. Su amigo había conseguido reunir todas las piezas.

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No era consciente de la hora que era cuando salió del bar. Por el camino se cruzó con un montón de gente paseando al perro. Llego casa, se bebió un litro de agua helada y vomito en el retrete. Se desnudó, se cambió de camiseta y se metió en la cama. Cuando ya empezaba a dormirse alguien le despertó.

-Hola imbécil, ¿qué haces tumbado en la cama?

- ¿Qué que hago tumbado en la cama? Pues dormir, ¿no lo ves?

- No me refiero a eso. Lo que digo es que no entiendo cómo puedes estar ahí tumbado mientras tu mejor amigo se preocupa por ti. – contestó la voz.

- ¿A qué te refieres? Mi mejor amigo está durmiendo en su cama igual que yo.

- En eso te equivocas imbécil. Ahora mismo está preparando café y tostadas.

- ¿café y tostadas? Pero, ¿Quién habla? – dijo el chico el chico mientras se incorporaba.

- Soy tu móvil, ¿O acaso no lo ves borracho de mierda?


La luz de su teléfono móvil parpadeaba como si se tratara de una llamada.


- ¿Qué broma es esta? ¿Quién anda ahí? – gritó asustado

- Te lo acabo de decir imbécil, ¡soy tu móvil! – dijo el móvil.


Se desperezó y encendió la luz de la habitación. El sol penetraba por las rendijas de la persiana con mucha fuerza. Cogió el móvil y lo observó. Seguía marcando las 11 horas y 59 minutos. La base estaba ardiendo y olía a plástico quemado. De repente empezó a emitir un insoportable pitido. Pensó en lanzarlo por la ventana. Levantó de golpe la persiana y cuando lo hizo, un golpe de luz blanca le tiró al suelo.

No existieron más versiones de la historia. Nunca jamás volvió a ocurrir nada. La conciencia del mundo desapareció. Parecía ser que ahora le tocaba al planeta tierra desaparecer.

La luz blanca lo devoraba todo y nadie podía frenarla. El fin del mundo acababa de empezar y nadie excepto una mota de polvo eléctrico pudo desvelar su efecto devastador.


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martes, 7 de diciembre de 2010

Palomas tontas



Cuando empezaba a prosperar y a sentirse mejor por todo, mecánicamente su cuerpo enfermaba y se reducía dentro de sus prendas. Siempre con la cara larga forzaba de vez en cuando una de esas sonrisas horribles que tanto gustaban. Su mejor amigo acababa de contarle todas sus miserias y no eran diferentes a las del resto de sus amigos, tampoco eran diferentes a las suyas.

El aire soplaba gélido y el frío se colaba en el cerebro. Todos los temas de conversación giraban en torno al hecho de que era invierno. Y caminaba con las manos metidas en los bolsillos del abrigo hacia su casa. De repente vio algo que le llamo la atención.

Encima de unos cuantos árboles plantados en la mediana de una estrecha carretera de barrio había un montón de palomas posadas. Las ramas eran muy finas y no soportaban el peso. El árbol estaba lleno de frutos de color oscuro. Apoyadas en las ramas las palomas intentaban picar el fruto del árbol girando el cuello de forma extraña. Sus maneras no eran para nada económicas. El hambre y la miseria habían empujado a aquellas palomas a comer de un árbol que era más propio de gorriones. Justamente cuando iban a picar el fruto se caían y volvían a engancharse en una rama.

Esto le provocaba risa y pena. Risa por lo torpes que resultaban aquellas palomas y pena por la situación a la que se habían visto empujadas aquellas aves.

-¡Qué estúpidos animales! – pensaba él.

El sol de mediodía traspasaba las nubes y le dejaba casi ciego. El cielo parecía un horrible folio en blanco y reflejaba intensos rayos de luz ultravioleta. Las palomas no dejaban de moverse alrededor de aquellos árboles plantados en fila. Y sus ideas acerca de las cosas no podían ser más nimias. Los colores eran mucho más intensos que de costumbre, tanto que empezaban a desaparecer sus perfiles. Sus ojos cansados dejaron de procesar información y siguió su camino.

De que genialidad hablaban. Cuantos ejemplos hacían falta para reconocer que uno formaba parte de todo y que todo estaba contenido dentro de cada uno. El mundo entero y su concepción, su juego y razón alcanzaban el mismo radio para todos. Cada vez que pensaba en ello se mareaba y no era el único. La gente se mareaba a menudo.

La genialidad no era nada más que una tomadura de pelo. Por muy inteligente que se creyera uno, nunca sería lo suficientemente brillante como para reconocerse hecho de la misma madera innoble que el resto. Una supuesta diferencia con los demás no suponía casi nada.

Y pensaba en las palomas y en su relación con todo lo acontecido en su mente hacía media hora. No existía interpretación posible acerca del comportamiento de aquellos animales. Su pensamiento era ocioso e insoportable y nadie debía conocerlo. La sociedad brillaba, sus amigos y su familia le necesitaban y él mismo se necesitaba. El mundo entero se necesitaba de carácter urgente. Cuantas cosas pensaban todos ellos y se equivocaban o no. Era un acontecer y una presencia inagotable y todo giraba en torno a ellos.

Y un puñado de palomas estúpidas no significaba nada.


collage rosa