“Pero debo observar que en todo
pensamiento genial, nuevo, o meramente serio, que brota de un cerebro humano,
hay siempre algún elemento que no se puede comunicar a los demás. Ya se pueden
escribir volúmenes completos y dar vueltas a la idea durante treinta y cinco
años, que, aun así, siempre quedará en ella algo que, pese a todos los
esfuerzos, no querrá salir jamás de la mente y allí permanecerá en definitiva.
Probablemente moriréis sin haber transmitido a nadie el mejor de vuestros
conceptos.”
El Idiota. F.Dostoievski
La realidad cotidiana puede resultar tediosa. Todos
sus elementos existen para los sentidos pero a veces, pasan desapercibidos y
son relegados cómo telón de fondo en la actividad diaria del individuo. Éstos
elementos no se aprecian debido a que forman parte de una realidad conocida y
por lo tanto, no son relevantes. El tedio aparece justamente cuando todo ésto
ocurre o todo es predecible.
El tedio cotidiano y creativo aparece cuando esos
elementos conocidos, que ya no sorprenden, se rebelan de una forma estética y
es entonces cuando surge el enigma. De una forma natural, los materiales son
apreciados a través de la luz blanca y gracias al espectro visible. De una
forma artificial, éstos mismos materiales pueden reflejar un sentido nuevo en
una mente formada y educada estéticamente. Gracias a los elementos estéticos
contenidos en una realidad conocida, se forma otra realidad y por lo tanto, un
sentido.
El sentido y la
vida
“Hay que imaginarse a Sísifo dichoso.”
Albert Camus.
En el ensayo “ El mito de Sísifo” de Albert
Camus, el escritor sostiene que el hombre, a pesar de haber sido castigado a
una tarea absurda, su clarividencia y su conciencia de lo trágico le hacen
convertirse en una especie de héroe existencialista pues, a pesar de todo, ama
la vida.
Ésta conciencia trágica es la que que se empeña a
veces en aparecer en los textos cuando todo parece estar perdido. Los
protagonistas de mis relatos son conscientes del peso que supone el hecho de
vivir pero lo aceptan. Es el hecho del que habla Camus. El instante
en el cual la piedra cae de nuevo rodando hasta la falda de la montaña y
Sísifo, consciente de su carácter irremediable, se construye un argumento
bastante sólido, - casi tanto como la roca que debe transportar irremediablemente-, sobre su propia vida y en general sobre la
vida de todos los hombres.
Los peregrinos que aparecen en el texto “Terror”
no consideran la vida como un fin en sí mismo o como una mera condición del ser
y por lo tanto, abdican en su tarea del presente, con miras a un futuro
prometedor que no se encuentra dentro de la vida. El protagonista de los
relatos, que no deja de tener pensamientos existencialistas al más puro estilo
de Albert Camus, se declina por este autor, no por el hecho de encontrar un apoyo
o lugar común en los textos del gran filósofo y escritor, sino lo que realmente
le seduce es esa indefinición que continuamente hace tambalear cualquier
objetivo o perspectiva prometedora pero que sin embargo, le da un sentido a su
vida.
«Mientras andaba se cruzaba con muchos peregrinos caminando por aquellos
senderos mientras él, andando en dirección contraria, les saludaba con un leve
gesto de cabeza. No los despreciaba, sin embargo, en algún lugar había leído
que aquellos hombres estaban muertos. Su paso era regular y su gesto indicaba
una búsqueda incansable hacia su salvación. Seguramente sus reflexiones en torno a la vida y la muerte
del cuerpo habían hecho que se sacrificaran en un camino de sufrimiento y
alegría del alma.»
Cuando el paseante sostiene que ha leído que “aquellos
hombres estaban muertos” no se refiere a una muerte del cuerpo y tampoco
del alma. Lo que quiere decir es que su objetivo, aunque noble y esperanzador,
se encuentra en suspenso y éste les imposibilita disfrutar de su propio
presente.
En otro caso, el texto titulado “Ya puedes retirar
los postres” ejemplifica el aburrimiento como síntoma de esa conciencia, de
esa adaptación y posible estetización que puede suponer una realidad
absurdamente cotidiana. La televisión y “esperar aburridos el gran día”
es un ejemplo de conciencia llevada al terreno de lo absurdo. Es posible una
estetización cuando se asume esa condición y por lo tanto, se representa con
elementos estéticos.
«La muerte era algo muy presente en aquel restaurante.
Allí todo el mundo parecía esperar aburrido a que llegara el gran día. La
televisión estaba encendida y todos la miraban embobados. De repente entró por
la puerta una mujer con el pelo rubio muy corto y dientes postizos. Llevaba un
abrigo negro muy gastado y temblaba de frío.»
Los personajes que desfilan delante del protagonista
de “ya puedes retirar los postres” son ante todo seres humanos que
sienten. Su conciencia, se ve reflejada en la mente del protagonista que
inventa y caracteriza a sus personajes de una manera tremendamente humana.
Lo importante es dar un sentido a todos los elementos
que componen la realidad cotidiana.
«De repente, se miraron en silencio y se rieron. Un
exceso de cafeína les había hecho relacionar unos hechos aislados con otros más
abstractos de una manera precipitada. Todo formaba parte de una moral etérea
producida por el lenguaje y su sentido expresaba una realidad insondable. Lo
que realmente importaba era su presente y la compañía que ambos se ofrecían.
Pagaron y se fueron de allí. Mientras andaban por la calle él iba pensando en
lo mucho que quería a esa persona y en la incomprensión que sufriría a lo largo
de su vida. No era sólo ella, también era él mismo el que debía hacer lo
posible por comprender su propia realidad y poder soportar el sinsentido que a
veces pretende acabar con todo.»
Hay una obra que recoge una serie de conversaciones
que durante varios años mantuvieron el reverendo de la iglesia metodista Howard
Mumma y Albert Camus. Allí el premio Nobel reincidía de nuevo en el carácter
absurdo de la existencia, pero de una manera más positiva. En uno de sus
últimos capítulos se refiere a la muerte como la pérdida de vida. Camus
sostiene; “Perder la vida es banal, sin embargo, perder el sentido de la
vida resulta insoportable”. Camus siempre pensaba, al igual que en su
ensayo “El mito de Sísifo”, que lo que realmente merecía la pena era
encontrar un sentido a la propia vida.
«Hace del destino un asunto humano, que debe ser
arreglado entre los hombres. Toda la alegría silenciosa de Sísifo consiste en
eso. Su destino le pertenece. Su roca es su cosa.»
Lo insoportable
natural
“Cuando yo era niño, no me parecía la
suerte de ningún personaje de la historia sagrada tan desdichada como la de
Noé, por el diluvio que le tuvo encerrado en el arca durante cuarenta días.
Posteriormente estuve enfermo a menudo y tuve que permanecer yo también largos
días en el “arca”. Entonces comprendí que nunca pudo Noé ver el mundo tan bien
como desde el arca, a pesar de que estuviera cerrada y fuera de noche en la
tierra.”
Prólogo del libro “Los placeres y los
días” de Marcel Proust.
La naturaleza resulta inaprehensible para cualquier
mente que pretenda comprenderla en su totalidad. El ser humano debe aprender
que la convivencia es la mejor forma de relacionarse desde la mente al cuerpo y
en su prolongación, a través de los objetos naturales. Su condición resulta una
especie de inabarcable que forma parte de todo y a veces puede resultar
desbordante. Sus consecuencias, a veces tan devastadoras, ayudan a darse cuenta
de todo su potencial, capaz de poner a su merced incluso la propia razón del
ser.
Concretando más e incidiendo en lo referente a lo
insoportable natural, la dialéctica más adecuada en cuanto lo que contienen
los textos, sería la que hace una
distinción entre lo bello natural y lo bello artificial. Terror es uno de los relatos que más
insiste en ello cuando se refiere a “uno de los elementos que la naturaleza
empezaba a mostrarle con horror”. La naturaleza, a pesar de que hoy en día
requiere una consideración y sensibilización especial, trata de ser en los
relatos esa inconmensurable que sólo es capaz de mostrarse como horrorosa. Lo
bello artístico es lo que interesa sobre todo al protagonista que, hastiado
y a veces consciente de su impotencia, desprecia aquello que le supera. El
narrador, frustrado, comprende que cualquiera de sus imitaciones son un vago
intento en comparación con el potencial creador de la propia naturaleza. Ésta,
vista a través de los ojos del ser humano, sólo puede ser aprehendida de una
manera muy vaga. Los seres humanos se muestran como pequeños y pobres artífices
ante esa inconmensurabilidad que supone la belleza natural . Es por ésto que el
protagonista, enfadado por su incapacidad, libra una especie de batalla
entre lo que se supone que es “bello artificial” en contra de lo propiamente
“bello natural”.
Se trata de una construcción nacida del intelecto y
que otorga a los objetos naturales un sentimiento estético. A lo que se hace
referencia continuamente es obviamente, al arte.
«Cuando se despertó ya era de noche y se encontraba
tendido sobre la hierba. Tardó unos minutos en recuperarse y volver a sentir
sus extremidades. Asustado y confuso corrió hacia el pueblo. Allí se encerró en
su cuarto y nunca más volvió a pasear. Como mucho contemplaba el paisaje desde
su ventana. Cuando sus familiares y amigos le preguntaban la razón por la cual
ya no salía de su habitación, él siempre contestaba lo mismo:
-
Prefiero ver el
mundo desde aquí, la naturaleza me produce horror.»
En ocasiones, la propia vida se convierte en el único
motivo por el cual merece la pena seguir existiendo. El destino, que no depende
de uno mismo, se revela contra todo sentimiento sublime que pretenda indefinir
y dar un sentido estético oscuro a la realidad cotidiana.
«Un rayo de luz muy definido se proyectaba oblicuo
sobre el agua del suelo y a través de una pequeña ventana cuadrada del techo.
Iluminada, el agua parecía cristalina y permitía ver en el fondo algunas tablas
y muchos clavos doblados y oxidados. Entre sus líneas, aquel rayo, concentraba
una enorme cantidad de luz y en su interior, pequeños fragmentos de polvo que,
suspendidos en el aire, reflejaban un blanco tan puro que parecía cargado de
electricidad. Cuanto más fijamente lo observaba, menos se definía su línea,
esparciendo un suave baño de luz a su alrededor. Puede que aquel rayo
significara algo especial para él, no lo sabía. Se quedó un rato más
observándolo e intentando obtener algo revelador cuando, de repente, escuchó la
voz de su amigo. Sabía que ese rayo era algo efímero y que quizás jamás lo
volvería a ver, sin embargo, acto seguido, cogió un palo y lo lanzó justo al
espacio que bañaba la luz. Su forma se destruyó en los bordes y desapareció con
el impacto del palo sobre el agua. Nada de eso le interesaba lo más mínimo, es
más, le aburría todo aquello. Si se daba prisa podría ayudar a su amigo a
encontrar más clavos y lo que es más importante, salir de allí sin ser visto.»
La naturaleza le recuerda que a veces el arte forma
parte de una dimensión estética del hombre y que por lo tanto, también le
condiciona. Es por ésto que el protagonista arremete contra ella y contra los
hombres que, por su ingenuidad, jamás serán capaces de comprenderlo.
«Antes de llegar al bosque, debían pasar varios pueblos
y subir un puerto de montaña con muchas curvas. El paisaje era maravilloso
aunque harto conocido, nunca dejaba de sorprenderles. Suavemente se fueron
adentrando en aquel paraje plagado de cielo y de tierra. Eso era lo que ofrecía
la montaña, cielo y tierra, sin embargo le cargaba todo aquello. Le enfadaba su
desconocimiento y la intrusión que la montaña le hacía sentir. No podía evitar
cargar con todos la bajeza que forma parte de aquellos seres que alguna vez
poblaron la tierra y que estúpidamente creyeron conquistarla. A parte de todo
esto, el viaje en coche le mareaba y le producía un terrible malestar.»
El poder atribuido al arte como herramienta de
conjunción de tantos elementos naturales como hagan falta en una característica
importante propia de los relatos. El protagonista es todo el rato consciente de
que juega con unos elementos que desconoce y por lo tanto, solo es capaz de
sustituir ese desconocimiento por una estetización abusiva. También se
considera a sí mismo un intruso en medio de la la naturaleza que tanto le
desborda.
«Suavemente y casi sin esfuerzo el padre logró
desprender un pequeño parásito del cuello de su hijo mientras él, de una manera
casi solemne, formaba parte de aquella naturaleza que tanto despreciaba.»
El protagonista, vive gracias a su condición natural y
al igual que un parásito, se aprovecha de sus recursos de una forma interesada.
No le vale sólo con interactuar con la propia naturaleza, sino que toma
prestados materiales inconexos para luego transformarlos en su mente. Todo su
interés por desvelar los secretos de ésta génesis, le hacen caer en un tedio
insoportable, que es en éste caso, la única forma que le queda para
relacionarse con lo desconocido.
El espacio
artificial
“El mar está manchado de bandas grises,
el viento sombrío y fúnebre muge destemplado, y como una hoja mustia, el
reflejo de la luna huye sobre la bahía tempestuosa.”
Oscar Wilde
En lo referente a los espacios, utilización de
símbolos u otros objetos, se trata de convertir los elementos variables de la
propia naturaleza en elementos dispuestos a reducirse en una superficie a su
mera apariencia. Con esto no se pierden los valores de la obra de arte, sino
todo lo contrario. A partir de estos elementos comienza el proceso de construcción.
Construir los espacios en una superficie plana supone
un trabajo de ilusionismo, la posesión y conocimiento de una serie de trucos y
un desarrollo intelectual que conciba nuevas perspectivas y por lo tanto nuevos
espacios. La capacidad de iluminar un texto equivalente a una idea susceptible
a formarse en imágenes, se traduce mediante la imaginación del sujeto en
decisiones tomadas en presente, pasado y futuro.
«Mientras esperaba, el chico se quedó perplejo mirando
a su alrededor. Dos grandes edificios, de ladrillo amarillo, se plantaban en
medio de una plaza semiesférica iluminada por farolas. Se podía sentir el frío
en la nariz y el viento que la azotaba, era el mismo viento que corría entre
los pequeños árboles plantados en fila cerca de aquellos porches. Casi no había
niños, exceptuando a unos chicos y chicas, un poco mayores que él, jugando con
un balón y gritando. La sensación que le producía todo aquello era totalmente
nueva para él. Aquel barrio desconocido, con gentes desconocidas, las luces,
las sombras de aquellos arboles, las grandes alcantarillas construidas a gran
altura y todos los coches que circulaban alrededor le hicieron sentirse tan
libre que pensó en correr y perderse para siempre. Huir de todos, de su familia
y de sus amigos, sólo por un ánimo de aventura, al fin y al cabo, era feliz con
ellos.»
La retórica o utilización del lenguaje puesto al
servicio de una finalidad estética se hace imprescindible en un afán por
conseguir que la realidad cotidiana sea relevante. Ésta escritura de en
medio hace de anclaje o unión de unas ideas que en sí misma ya contiene.
«Se levantó de su asiento y salió del metro. Fuera,
soplaba un viento horrible que le hizo temblar de los pies a la cabeza. Se
abrochó su chaqueta beige y se encendió un pitillo mientras esperaba a que el
semáforo se pusiera en verde. Al otro lado de la carretera, una mujer sentada
en un banco de madera, sujetaba con la mano derecha una revista y con la otra
una pequeña bolsa de plástico blanca. Más adelante, sobre una gran explanada,
se había instalado un circo, un enorme toldo de colores sucios. A su lado
crecía un enorme chopo pero nada más. El lugar estaba prácticamente abandonado.
Se detuvo y observó con más detalle. Detrás de la carpa había un contenedor de
hierro pintado de azul y de sus bordes sobresalían un montón de tablas y de
tubos. Pensó en ir a investigar pero llegaba tarde a trabajar, así que siguió
su camino.»
la mirada y Las
palabras
“Cuando miramos, estamos casi todo el
rato pensando”
Adrian Unger
En lo referente a los sentidos, lo que primero se
propone es una manera de recepción del mundo a través de la vista. El ojo es el
organismo a través del cual se reciben los estímulos del espectro visible que
por el reflejo en los materiales y las cosas y por medio de la luz, que aquí significa,
se traducen en colores y formas. ¿Cuanto hay de éste deleite inmerso en los
textos? – Casi todas las descripciones provienen de este sentido que alucina y
describe tan maravillosamente.
Otra característica de los textos está relacionada con
el sentido cotidiano del lenguaje literario autónomo y la propia
sonoridad de las palabras. El uso que se hace del lenguaje, en muchas
ocasiones, genera nuevos textos y significados que provienen de los sentidos
que propiamente expresan. Es su carácter de herramienta, la que a su vez posee
un significado propio. El uso de las palabras para describir una sensación
producida por un efecto de luz, puede ser a su vez significado, hecho y
lenguaje:
«Un rayo de luz muy definido se proyectaba oblicuo
sobre el agua del suelo y a través de una pequeña ventana cuadrada del techo.
Iluminada, el agua parecía cristalina y permitía ver en el fondo algunas tablas
y muchos clavos doblados y oxidados. Entre sus líneas, aquel rayo, concentraba
una enorme cantidad de luz y en su interior, pequeños fragmentos de polvo que,
suspendidos en el aire, reflejaban un blanco tan puro que parecía cargado de
electricidad. Cuanto más fijamente lo observaba, menos se definía su línea,
esparciendo un suave baño de luz a su alrededor.»
Los materiales
“La desesperación - así lo pensé - de
tal modo la había enloquecido, que se enamoraba con ternura de lo que sirvió de
instrumento de muerte a su hijo; quería conservarlo como reliquia horrible y
amada. Y se apoderó del clavo y del cordel.”
Charles Baudelaire
A veces las personas se aferran a los objetos
materiales de una forma tan exacerbada que, casi sin quererlo, les otorgan una
nueva peculiaridad. Su significado no es desdeñable y su transformación se
produce justo en el momento en el cual cada individuo los carga de sentido. A
veces éstos objetos ya poseen un sentido propio y lo que ocurre es que se les
dota de un sentido nuevo, con todas las connotaciones que ésto conlleva. Lo que
aquí se propone es una lectura exhaustiva acerca del poder del objeto como
portador de significados y su capacidad de transformación. Los materiales y las
cosas, son a veces el vehículo y reflejo unas ideas determinadas y su
banalización excesiva puede acabar por destruir su sentido. A diferencia del
fetichismo, que aun siendo legítimo, supone un materialismo excesivo en
comparación al sentido más humano proyectado desde el individuo y a través de
los objetos, esta nueva materialidad propone un sentido que transciende su
propio significado. Despojar a un objeto de su sentido, sólo propone un
significado vacío en cuanto al orden de las cosas que son el mundo. La cantidad
de elementos que configuran tanto el modelo de la vida como su sentido,
aparecen continuamente reflejados y fijarlos en el texto, supone un orden tan
necesario como subjetivo. Son las palabras las que acuden para describir el
mundo de una manera subjetiva en los objetos. Los textos describen a un sujeto,
que por su condición y personalidad, considera éstos objetos imprescindibles.
«Cuando ya no quedaba nadie en la sala, el chico hizo
una bola con el papel albal de su bocadillo y se la guardó en el bolsillo.
Aquella bola significaba muchas cosas. Ese bocadillo lo había preparado su
madre y hasta que no llegara el momento de volver a verla, no podría separarse
de ella. Echaba de menos a su familia, y aquello significaba que por lo menos,
conservando aquella insignificante bola de papel albal, conseguiría estar más
cerca de ellos. Tuvieron que pasar muchos días hasta que por fin un día, fue
capaz de tirarla a la papelera.»
La muerte
“Desde el seno de Dios donde
descansas...revélame esas verdades que dominan la muerte, impiden temerla y
casi hacen amarla”
Marcel Proust “Los placeres y los dias”
La muerte, como otros tantos hechos, forma parte de la
naturaleza humana. Lo que el protagonista de éstas historias tiene claro es que
todas éstas cuestiones no pueden ser resueltas desde fuera del mundo, sino que
han de ser desveladas desde dentro, es decir, desde la propia vida. Lo importante
es la reflexión y por lo tanto el sentido de la muerte. Cada minuto parece
formar parte de una cuenta atrás y no se puede hacer nada para evitarlo. Los
relatos, su estilo, insiste continuamente en que hay que dar un sentido a la
vida y la mejor manera de hacerlo es disipando aquellas certezas que forman
parte vulnerable del ser humano. Éstas certezas, son parte de la conciencia del
mundo y resultan necesarias. Sin
embargo, lo interesante de todo son las preguntas que desde su base plantea el
tema de la desaparición total y absoluta. El desconocimiento provoca un
continuo cuestionamiento acerca del sentido de la vida ¿Que poder ejerce éste
cuestionamiento sobre el individuo? Una pregunta que se repite en muchos
relatos y que impulsa al protagonista de una manera exacerbada a la acción. La
muerte forma parte de la vida como la vida forma parte de la muerte y ésto
entra dentro de la dialéctica vida/muerte, luz/oscuridad, etc... No hay mayor
certeza que ésta, por lo tanto una nueva cuestión se plantea, ¿porque no se
sabe nada de ella?
«Bajando, resbalaba de vez en cuando y pude observar en
el medio del camino una hormiga muerta retorciéndose entre el calor del sol y
el polvo. Pensé que probablemente había sido yo quien había pisado aquella
hormiga sin quererlo en mi ascenso, porque, ¿sino quien hubiera podido ser?
¿qué fue lo que me impulsó, aquella tarde a subir hasta esa maldita torre?»
Es por ese desconocimiento y atracción a la vez por lo
que los protagonistas de “el primer golpe fue muy torpe” deciden tomarse
la justicia por su mano y sentir desde cerca su terrible corte.
«Casi todos los niños del pueblo conocían las historias
que por aquel entonces contaban los mayores. La mayoría de ellos, que también
eran niños, trabajaban todo el verano en una granja y, por un pequeño sueldo,
ayudaban a descargar los camiones de pienso y de pollos. Luego, por la noche,
en la plaza del pueblo, relataban sus anécdotas a los más pequeños. Una de las
más divertidas era una que contaba como uno de ellos, a cambio de un helado,
había mordido el cuello de uno de esos pollos hasta matarlo. También contaban
que cuando los pollitos de la granja nacían con alguna deformación, su dueño,
les pagaba para que los mataran. Cuando ésto ocurría, ellos, poco a poco, los
iban reuniendo a todos en una nave vacía y cerraban las puertas. Entonces,
armados con palas y mangueras, se dedicaban un buen rato a aplastarlos uno por
uno hasta que no quedara ninguno vivo. Luego sostenían que esos pollos tenían
los días contados y que aquello no tenía importancia. A los niños estas
historias les fascinaban. También había otras mucho más cruentas. Cerca de la
granja, había un tornillo gigante, una parte de la maquinaria que permitía el
paso del agua del río a las acequias. Los mayores contaban que con ese tornillo
gigante habían logrado atravesar un pollo entero vivo. También contaban que
ataban a los pollos en una pared y les disparaban con sus carabinas hasta
matarlos. Cuando acababan con su vida, los limpiaban y desplumaban, para luego
comérselos asados en hogueras. Eso era lo que contaban a los más pequeños y
ellos sabían que no mentían. Cerca del tornillo gigante, clavado en la piedra
de la acequia, había sangre seca y en la pared donde los fusilaban, un pequeño
gancho y una cuerda donde ataban a los pollos. Todo eso eran pruebas de que
hablaban en serio. En sus manos estaba la vida de aquellos pollos. Ellos
decidían su suerte y sin saberlo, jugaban a ser dioses y jueces de aquellos
pobres animales. Los niños visitaban estos escenarios del crimen y pasaban
muchas horas observando con detenimiento, imaginando estas historias y
recreándolas en sus pequeñas mentes. Sentían un extraño placer pensando en la
muerte de aquellos pobres e insignificantes pollos. Aquellas historias, que
sólo conocían a través de los relatos de los más fanfarrones, se repetían una y
otra vez en su mente y les obsesionaba.»
Por otro lado, esta experiencia no les ayuda a
esclarecer sus enigmas y les demuestra una vez más, que el sentido no se
encuentra en la propia muerte sino en su propia vida. Una vez consumado el
acto, los chicos se dan cuenta de su error y deciden que jamás lo volverán a
repetir. Es a partir de este acto tan atroz cuando se hacen conscientes de su
propia estupidez.
«Casi sin moverse y observando su peripecia, fueron
testigos de su propia crueldad. En menos de un minuto el cuerpo yacía inerte y
enredado entre unos matorrales. La sangre les había salpicado la camiseta, los
zapatos y el pelo y los chicos se miraron con cara de estúpidos. Acto seguido y
en silencio enterraron las dos partes del cuerpo del pollo y se largaron de
allí.»
El tema de la muerte ha sido tratado de muchas formas
y todas han sido compuestas en vida. El mensaje pretende ser positivo. Sólo
siendo consciente del hecho, -siendo tan certero su final-, uno puede descubrir
todo su potencial. Que la barrera que separa la muerte del individuo, no sea la
excusa para temerla y que la mayor certeza que existe no sea un fin en sí
mismo, sino un medio por el cual se pueda reflexionar.
«Aquel chico caminaba en otra dirección, parecía estar
dirigiéndose hacia otro tipo de muerte. Lo que él buscaba era una posible razón
de ser para el hombre. La vida para él sólo era un camino hasta la muerte. Pero
de lo que era totalmente consciente es de que aquella cuestión, por muy
importante que fuera, no podía destruir toda la importancia que la vida tenía.
Lo más importante era vivir consciente.»
Lo desconocido
“Las luces, a veces excesivas, que
alumbran las noches, nos deslumbran, porque no nos interesa lo que no se ve.”
Daniel Martí
Conservar la realidad como algo desconocido sirve para
poder hacer tabula rasa y con ello, conseguir que la realidad heredada se
transforme en otra realidad, informe, y que se determina cuando el individuo la
reforma por medio de la representación. De esta manera se produce una nueva
apariencia que surge de un sentido nuevo más profundo y que nace de un mismo
estímulo.
«Cruzando dos puertas, detrás de la casa, estaba el
patio, todo entero de piedra y con un enorme campo al fondo. Mi hermana se
sentó en el suelo y se puso a machacar hierbas y pétalos, mientras mi amigo
hacía montones de piedras. Yo subí unas pequeñas escaleras y me coloqué a mayor
altura. El patio elevado formaba una ce cuadrada de cemento y su base lindaba
con una valla que rodeaba todo el campo. Los
extremos acababan en callejas estrechas que se formaban por la
separación entre la casa de la maestra y las casas vecinas. Entre la mala
hierba y las piedras que cubrían toda la estructura, se podían encontrar piezas
de plástico de colores, fragmentos de pistolas de agua, trozos de plástico
ovalado duro, palos de cohetes, bolitas de colores y pequeñas muestras de
gallardetes podridos.
Después de examinar todos aquellos
fragmentos, levanté la mirada y me introduje en una de aquellas angostas
callejas de piedra. Dentro había muchos más fragmentos de plástico y hundidos
en el barro del suelo, cartones de colores sucios. Al fondo, en la pared de
piedras, estaba el contador de la luz. Todas las casas del pueblo tenían el
suyo propio. Aislada dentro de una caja transparente se encontraba otra caja y
dentro de ella, el contador.
Salí corriendo de la calleja para buscar
a mis amigos. Me acompañaron hasta la maquina y observándola detenidamente les
dije:
- La rueda del contador no gira, o gira
tan lenta que su movimiento es casi imperceptible. En casa de la maestra no se
gasta electricidad en comparación con las demás casas del pueblo.
Parece ser que mi reflexión no les
produjo ni el más mínimo interés, cuando, acto seguido y sin decir nada, se
agacharon y descubrieron un nuevo mundo de fragmentos de plástico de colores.»
La atracción hacia lo desconocido y el terror se
producen por el horror que siente el protagonista hacia la realidad que le
rodea y que en ocasiones le amenaza e incluso le golpea.
«La luz que ahora bañaba el cementerio era de un rosado
maravilloso y su calor le protegía de todo lo malo que le pudiera ocurrir en
ese momento. Su corazón empezó a latir con fuerza y todo su cuerpo se paralizó
en aquel instante lleno de dulzura cuando de golpe, un estruendo horrible, como
de un chasquido, le atravesó todo el cuerpo y le hizo perder la conciencia.»
El estilo
“¿Que el intento de barroquismo deshace
las formas y entreabre los estilos? Pues nada mejor. Esa porosidad es ideal;
ese superbalbuceo es sorprendente.”
Ramón Gómez de la Serna
En cuanto al estilo del texto se plantea un hecho
especialmente complejo. La capacidad de inventar nuevas historias puede
desarrollarse a partir de un material muy simple. El hecho cotidiano sirve como
excusa para reflejar otras tantas cuestiones que se plantean en los relatos. El
material autobiográfico se presenta como materia informe cargada de recuerdos y
no de hechos. Por lo tanto, este material, siendo difuso e incapaz de servir
para unas memorias, se pone a disposición de un determinado lenguaje de formas
y de palabras. El contenido formal es parte esencial del mensaje. Las palabras,
como el arte, también juegan a ser autónomas y se configuran a merced de una
determinada estructura. Las reflexiones se encuentran contenidas entre sus
líneas y se ubican inmersas en un tiempo y un espacio que no les corresponde.
Lo que se pretende es arrojar un punto de vista que proclama y exalta un ir
en contra de la pasividad.
«Su rostro se consumía en aquel lugar. Sentía apatía
por todo y por todos. Cuando los jefes y sus compañeros le observaban, con su
mirada parecían echarle en cara su parsimonia, su contemplación. Mientras, el
chico conspiraba por aburrimiento, eso era todo, aburrimiento.»
Cuando el material parece ser pobre y la inspiración
parece no querer ser nunca más, aparecen materiales que en superficie
pueden parecer banales pero que sin embargo, ayudan a comprender un poco mejor
la realidad individual de cada uno. Existe una pretensión y no puede ser de
otra manera. La condición del artista y no tanto su estatuto, conllevan una
introspección y un análisis exhausto de la sociedad que le rodea a través de su
propia subjetividad. La descontextualización, la síntesis y la producción de
esas ideas pueden llevarle por caminos muy heterogéneos. El hecho reflexivo, a
la vez que demuestra una disipación y escasa concreción, puede ser una
herramienta de mucho poder. Exige una responsabilidad y por lo tanto es
pertinente incluirla como un instrumento de poder. Todas éstas características,
a pesar de lo que puedan significar en otros contextos, forman parte esencial
de un estilo determinado.
Pero, ¿que más es el estilo? ¿Cual esa nota que
siempre suena igual y a la que se refiere Proust en su cita de Bouvard y
Pécuchet? El estilo no es nada más que
todos estos elementos reunidos. Es la palabra que compone un texto (su
significante) y que condiciona el significado de nuestras ideas. Es la imagen
que se repite y obsesiona. Es el lenguaje que lo hace posible y la decisión
crítica que lo compone. Cuando uno de los textos se refiere a la miseria, por
ejemplo, pretende utilizar las palabras justas que definan ese sentimiento y
producir otra experiencia para el que lo lee. El ser humano se plantea su
propia condición y por lo tanto reflexiona.
«Mientras preparaba maquinalmente el cortado, aquel
chico no pensaba en nada. Su vida hasta ahora se había compuesto de
experiencias a las que era incapaz de otorgarles un sentido general. Había
decidido transformar sus acciones en un
amor abstracto hacia sí mismo. La ciudad de las palmeras no era el mejor lugar
para vivir, pero eso ahora no importaba. No podía tolerar que miserablemente
los hombres no toleraran la miseria de los demás hombres. Ésto le impulsaba a
ser crítico consigo mismo y con sus ideas, que en ocasiones, le hacían sentirse
más desgraciado. Pudiera ser que la felicidad consistiera sólo en eso, que la
miseria lo destruyera todo, incluso la posibilidad de sentirse desgraciado.»
///////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////
Bibliografía
DOSTOIEVSKI. F (2001): El idiota (tomo II)
Madrid, Alianza Ed.
CAMUS. A (2001): El mito de Sísifo. Madrid,
Alianza Ed.
MUMMA, H (2005): El existencialista hastiado.
Madrid, Voz de papel.
PROUST, M (2005): Los placeres y los días.
Madrid, Alianza Ed.
HEGEL, G.W.F (2007): Lecciones sobre la estética.
Madrid, Akal.
WILDE, O (1981): Poemas en prosa. Madrid.
España-Calpe. Colección Austral.
BAUDELAIRE, C (1999): El esplín de Paris (pequeños
poemas en prosa). Madrid, Alianza Ed.
GOMEZ DE LA SERNA, R (!950): Goya. Madrid.
España-Calpe. Colección Austral.
Relatos
-
La naturaleza y el camino de los vivos
(cuento de terror).
http://blonderedhoward.blogspot.com.es/2010/04/la-naturaleza-y-el-camino-de-los-vivos.html
-
Ya puedes retirar los postres.
http://blonderedhoward.blogspot.com.es/2010/03/ya-puedes-retirar-los-postres.html
-
Un desagradable intruso.
http://blonderedhoward.blogspot.com.es/2010/04/un-desagradable-intruso.html
-
Plastic bubbles.
-
La construcción.
http://blonderedhoward.blogspot.com.es/2010/05/blog-post.html
-
Una bola de papel albal.
-
La torre.
http://blonderedhoward.blogspot.com.es/2010/05/blog-post_18.html
-
El primer golpe fue muy torpe.
-
La rueda del contador no gira
http://blonderedhoward.blogspot.com.es/2010/02/la-rueda-del-contador-no-gira.html
Paginas web
http://es.wikipedia.org/wiki/Wikipedia:Portada
///////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////
Paper
redactado y terminado por Txema Maraví Artieda en Barcelona el 18/05/2010 para
el primer curso del master 2009/2010 Pensar l'art d'avui.