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domingo, 12 de agosto de 2012

Rajar un delfín


A veces pensaba que le gustaría rajar un delfín con un bisturí bien afilado.

-          Ccccccciiiiuu…

Rajar su cabeza brillante recién salida del agua de una piscina.




martes, 7 de agosto de 2012

Suela de barro


Se puso las botas y el chubasquero. Llevaba casi todo el mes de noviembre lloviendo y aquella mañana no había sido una excepción. Se montó en el coche y se dirigieron él y su familia hacia el valle de C. Su padre conducía muy lento y sonaba de fondo una ópera muy rara. Mientras tanto sus hermanos discutían por una botella de agua. Sin saber qué hacer ni qué decir se puso a mirar por la ventana. Y se aislaba porque no soportaba discutir con ellos a pesar de que lo hiciera casi todos los días. Observaba las nubes, los árboles, la carretera y las señales de tráfico. Llamaba casi todo su atención y la de sus hermanos que discutían esta vez por su ventanilla.

Cuando por fin llegaron a su destino terminaron las discusiones. Salieron todos del coche y acabaron con las disputas. Lo primero que hizo fue buscar un palo que le sirviera de bastón. Lo encontró en seguida y lo adoptó como su muleta.

Le acompañaría todo el camino su varita mágica. La que producía nuevas y maravillosas estelas en el aire. La que cambiaba de color los setos. Divertida raqueta y bate de béisbol. El arma y poderosa espada que le protegería en caso de peligro. Era necesario un palo y lo sabían muy bien él y sus hermanos. Cuando se hicieron cada cual con el suyo, empezaron a subir el monte.

Caminaron sin descanso a través de oscuros senderos. El suelo estaba lleno de barro y de hojas muertas. Su padre iba por delante y les indicaba el camino. Cuando llevaban una hora de ascenso, de repente, se habían esfumado todos.

Se había quedado solo. 

Entonces, una sensación de horrible angustia recorrió su cuerpo. Una nube de mosquitos le asediaba desde hacía cuatro minutos. Soplaba un viento helado que azotaba su sofocado rostro. La sensación era incómoda y contradictoria. A cada paso le arañaban muchos más árboles. Le atrapaban con sus garras de madera y le obligaban a retroceder.  Sus piernas le fallaban y estaba a punto de desfallecer cuando de pronto, escuchó un alarido.

-          ¡Eureka!

Estaba claro. Su padre había llegado a la cumbre y su voz la escuchaba a muy poca distancia. No se había perdido, simplemente se había desorientado un poco. Aceleró el paso y encontró de nuevo el camino entre unos matorrales. Al fondo del camino había una esperanzadora curva llena de luz. Con paso firme y decidido llegó hasta la curva. Se introdujo en la pantalla de luz blanca que formaban las nubes del cielo y al otro lado aparecieron sus hermanos y su padre. Habían dejado sus mochilas entre las rocas. Tocaban la cruz de hierro de una cima escarpada y el viento hacía vibrar sus ropas y su pelo.

Escribieron una nota y la introdujeron en el buzón de aquella cima. Almorzaron y se largaron por donde habían llegado. El camino de descenso lo hizo el chico sin despegarse de su familia. El suelo estaba lleno de barro y sus zancadas se clavaban cada vez más superficialmente. Y superficialmente se iba elevando cada vez más. Se había formado una plataforma de barro en sus botas. Le pesaban los pies cuatro kilos por  lo menos. Sus hermanos y su padre también cargaban con barro en sus botas.

Con una suela de barro de unos siete centímetros de grosor.


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