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martes, 13 de enero de 2015

El día que conocí a Chloë Sevigny























Me levanté por la mañana a eso de las nueve y media en casa de mis padres. Desayuné café mientras hojeaba el periódico a toda prisa. No sabía por qué, pero la actualidad no me interesaba lo más mínimo. A los cinco minutos volví a mi cuarto para ponerme algo de ropa y salir a la calle. No aguantaba ni un minuto más encerrado en mi habitación. Llevaba tres días sin salir de casa pegado al ordenador y necesitaba que me diera un poco el aire. Mis padres me preguntaron que a dónde iba tan pronto. Yo les contesté que tenía que hacer unos recados, que volvería para la hora de comer.

Pero realmente no lo sabía. No me importaba a dónde ir ni tampoco cuándo volver. Necesitaba un espacio propio, reflexionar acerca de mi situación. No tenía trabajo ni tampoco un proyecto a corto plazo. Amaba con locura a mis padres y sabía que a ellos no les importaba vivir conmigo. Me cuidaban y me proporcionaban el cariño necesario, sin embargo, necesitaba vivir mi vida.

La realidad era que todo empezaba a desmoronarse y que tenía que hacer algo al respecto.

Me senté en el banco de un parque, me encendí un cigarrillo y me dispuse a observar. La gente hacía recados, la gente paseaba a sus perros, dedicaban su tiempo y ocupaban su espacio en el mundo. No podía evitar sentir que para ellos todo era mucho más fácil. Sin embargo era consciente de que cuando se miran las cosas desde fuera parecen ser mucho más sencillas. Cada cual arrastraba sus problemas en mayor o menor grado y pensar lo contrario no me ayudaba para nada.

De repente la vi de cerca, tirando de una especie de carrito y con una escoba en la mano. Lo abandonó todo de golpe, se acercó hasta mí y me dijo.

-          ¿Tienes fuego?

-          Claro – contesté.

Tendría alrededor de unos cuarenta años, aunque aparentaba menos. Tenía el pelo rubio muy fino y fumaba con mucho estilo. Se sentó junto a mí en el mismo banco y empezó a despotricar contra todo.

-          ¿Tú te crees que me paso el día limpiando la mierda de los demás y lo agradecen? ¡Ni de puta coña! Ni siquiera te dan fuego cuando lo necesitas. Tú eres el primero desde hace una hora... ¿Qué cojones pasa? ¿Es qué ya nadie fuma?

-          Cada vez son menos los fumadores. A mí también me cuesta un montón encontrar a alguien por la calle con mechero. Por eso mismo intento llevar siempre uno en el bolsillo.

-          Mira qué listo el chico... ¿Cómo te llamas?

-          Chico listo. ¿Y tú?

-          Chloë Sevigny, para servirle a usted y al resto de la humanidad.

-          ¿Chloë Sevigny? ¿La actriz? ¿Hablas en serio?

-          Ni de coña. No sé quién te habrá dicho que yo soy actriz pero bueno... si tú lo dices... ¿Haces algo esta tarde?

-          No, la verdad es que no.

-          ¡De puta madre!, pues oye... ¿Quedamos aquí mismo a eso de las seis? Vivo por aquí cerca así que si quieres te puedo invitar a mi casa. Podemos pasar la tarde viendo todas mis películas y fumando pitillos...

-          Vale.

-          Jajajajjaja, ¡ni de coña! ¿Pero quién te ha dicho a ti que yo soy actriz? Estás muy mal de la cabeza, ¿lo sabes?

-          Bueno quizás me haya equivocado. ¿Entonces quedamos? En este banco a las seis...

-          ¡Claro tío! ¡Y borra de tu cara esa expresión de poeta atormentado! Me las piro que mi jefe tiene que estar echando chispas… Hace media hora que debería haber vaciado este maldito carro lleno de basura y estoy aquí sentada fumando y hablando contigo. Nos vemos esta tarde... ¡Hasta luego!

Y se largó dejándome con la palabra en la boca. Miré a mí alrededor. La gente hacía recados, la gente paseaba a sus perros, dedicaban su tiempo y ocupaban su espacio en el mundo.

Y no podía dejar de sentir que para ellos todo era mucho más fácil.


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1 comentario:

  1. No es tan complicada la vida. Lo importante es hacer lo que debes y estar en lo que haces. Avanzar y no retroceder en los proyectos que uno tiene, ese es el secreto; yo le llamo "estar en la brecha"

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