Nació la chica más bella de todas con
un insecto pegado en la parte posterior del cuello. Los médicos dijeron a sus
padres que con el tiempo se podría operar. Creció la niña con su parásito y
aprendió a vivir con aquello. No obstante intentaba ocultarlo siempre que
podía. A veces en la playa o en la piscina se topaba con indeseables que la
insultaban. Se rumoreaba en su colegio acerca de su defecto y sus compañeros la
rechazaban. Sin embargo, ella se sentía cada vez más unida a su insecto. Cuando
se hizo mayor de edad los médicos le comunicaron que por fin era posible una
intervención quirúrgica. En la cocina le esperaban sus padres y su novio con
una horrible sonrisa en sus rostros para ingresarla en el hospital.
Lo que no sabían ellos es que había
cogido cariño a su insecto.
Formaba parte de ella y no estaba
dispuesta a que se lo arrebataran. Se escapó de casa y cogió el primer autobús
que pudo. Acabó deambulando a la deriva por un barrio desconocido y alejado de
todos ellos. Caminaba junto a su insecto y no necesitaba a nadie más. Muy
cansada se tumbó en la hierba de un parque y se quedó dormida.
Paseaba en sueños por la playa.
Caminaba por la orilla con su traje de baño preferido. Un traje amarillo claro
con rayas rosas. La gente le aceptaba y ya no tenía nada que ocultar. A lo
lejos un velero surcaba las olas y el sol del atardecer se reflejaba en el mar.
Las olas le mojaban y le salpicaban las piernas.
Formaba parte de algo importante y se
sentía feliz de ser quien era. Se sentía feliz de ser ella misma.
De repente se despertó y se dio cuenta
de que todo había sido un horrible sueño. No sabía dónde estaba ni tampoco cómo
había llegado hasta allí. Se había hecho de noche y hacía mucho frío. La
oscuridad le rodeaba y le acechaban las sombras de su pasado. Un poco asustada
se tocó el cuello y cuando quiso acariciar a su pequeño insecto, muy alarmada,
se dio cuenta de que ya no estaba.
Había desaparecido.
De rodillas, buscó desesperada y a tientas
por la hierba. Lloraba desconsolada pero no encontraba su parásito. Exhausta se
tumbó de nuevo. De repente sintió un terrible dolor de cabeza y acto seguido
perdió la conciencia.
Al día siguiente la policía la encontró
tumbada en el parque y con un brazo extendido. Su corazón había dejado de latir
y a unos pocos metros hallaron el cadáver de un extraño insecto hueco y
tornasolado cubierto de hormigas.
...
Ser uno mismo, con sus luces y sus sombras, con momentos alegres y otros dolorosos, como la vida misma, sin la careta de las apariencias que sólo es engañarse a sí mismo.
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