...

...

miércoles, 1 de junio de 2011

Los columpios de hierro



Maravilloso espacio de hierba que soportaba columpios de hierro. Barras huecas pintadas de colores brillantes. Sus manos llenas de mugre se deslizaban por aquellos columpios. El óxido mezclado con el sudor de las manos apestaba y se cargaban las rodillas. Seis modelos distintos pintados de colores distintos.

Los botes. Balancines de hierro pintados de rojo. Asidero circular y pulido. Su base cilíndrica se clavaba en el barro mojado cada vez que éstos chocaban contra el suelo. Se producía un agujero cada vez más profundo. Servía para aplastar piedras, pétalos y lagartijas.

El caballito. Extraño chasis de hierro pintado de verde. Su balanceo constante surcaba el aire del verano. Peligroso e individualista, el caballito se llevaba consigo malos humos y los expulsaba hacia el exterior. Compañero de los balancines y enemigo del tobogán.

Balancines sin nombre. Los más solicitados del complejo. Gruesas cadenas que atrapaban trozos de palma e impregnaban olores. El suelo de tierra seca en verano a través del aire y en las suelas de sus cangrejeras azules. Briznas de hierba manchadas de polvo de color verde. Sin dejar de ser gemelos se diferenciaban en un pequeño detalle en forma de un par de aros de hierro muy pulido.

La barca. Jaula de hierro pintada de rojo. Comedor del colegio del campamento de ninguno de aquellos lugares. Espacio de libertad y deriva infantil. No se acordaban de casi nada. Allí se gestaban la conciencia y capacidad adulta para reflexionar.

El tobogán. Curvilíneo de hierro pintado de amarillo. Extraño plátano que servía de rampa y contrario a las leyes de la gravedad. Debajo de sus peldaños se contaban secretos. A diferencia del chasis, el tobogán, madre de todos ellos, no hacía distinciones. Amaba al caballito. Bajo su falda albergaba los secretos de todos ellos y ponía en funcionamiento artimañas de reconciliación. Protectora implacable.

Y finalmente el tren. Vehículo de hierro pintado de granate, verde y azul. Máquina del tiempo y tren de vapor gratuito. Se podían largar cuando quisieran. El maravilloso tren les llevaría a donde fuera. Sus campanadas se escuchaban a través de todo el valle. Niños de todo el mundo adornaban sus barreras con flores de colores pastel.

No se sentían atrapados rodeados aquellas formas tan nobles. Se quedaban allí toda la tarde hasta que se hacía de noche. A veces incluso volvían después de cenar y se sentaban sobre la hierba.

Entonces observaban las estrellas y la luna y los columpios.

Su forma de ser de hierro se comunicaba entonces. Eran muy conscientes de que acabarían convertidos en chatarra. Le dijeron esta redacción, las palabras justas que debía incluir.

Se despidieron con un beso frío, de hierro pero maravilloso.


No hay comentarios:

Publicar un comentario