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viernes, 24 de junio de 2011

Unas piernas delgadas como palillos



Era verano por la tarde. Y se largaba porque ya no soportaba los cuchicheos de sus amigos.

Descendió a trompicones por un camino de piedras bastante grandes. Rodeó la iglesia y giró a la derecha hasta llegar al final del pueblo. Justo antes de la carretera general había un campo enorme lleno de malas hierbas y de tierra. Recordaba haber jugado al fútbol o corrido a lo largo y ancho de aquella extensión llena de cardos. No había nada que describiera mejor el aburrimiento que experimentaba en aquel preciso instante como ver brillar la hierba que crecía iluminada de forma oblicua entre la tierra y el barro.

Y el sonido de unos ladridos de perro a través del aire no ayudaba en absoluto.

De repente a lo lejos, en el azul celeste, observó un punto alargado atado a un hilo. Era una cometa surcando el cielo muy despacio, casi inmóvil. Se acercó corriendo y siguiendo el hilo que la sujetaba. Escondido entre la hierba y apoyado en un muro de hormigón estaba P.

- Hola P. ¡Vaya cometa más chula!

- Ya ves. Me la regaló mi tío.

- ¿Me dejas volarla un rato?

- No.

Por lo visto no había nada que hacer. Tampoco le importaba. Se sentó junto a él y se quedó mirando embobado la cometa.

Una cometa preciosa con forma y dibujo de un águila. Ascendería hasta llegar al espacio rodeada de estrellas. Entonces atrapada por el influjo de los astros tardaría en volver varios meses. Una capa protectora especial rodearía sus bordes de plástico transparente y la impulsaría hacia el abismo. Y entonces él, sujetado a un extremo del hilo se alejaría de todas y cada una de sus obligaciones de niño pequeño. La tierra no era nada más que una esfera llena de tierra. Empezaban los problemas físicos de la misma forma que empezaban las ganas de bajar de nuevo. Las manos se resentían por el peso del cuerpo de la cometa. Observaba el paisaje por última vez.

Sus ojos, brillaban sus pupilas como dos estrellas. ^^

- ¡No te la pienso dejar por mucho que esperes!

Estaba claro que su presencia ya empezaba a incomodar a P.

Se levantó y se marchó.

A su derecha los coches cruzaban a toda velocidad la carretera general. Le habían prohibido terminantemente salir del pueblo y arriesgarse a ser arrollado por una de aquellas moles de hierro. Acabarían con su corta vida de muchacho estúpido e imprudente.

Sus piernas temblaban con el giro que sobre sí mismo su cuerpo realizaba para darse la vuelta y largarse a cenar a casa un bocadillo.

Miraba sus piernas delgadas como palillos.

Sus piernas llenas de vida y de mugre.

1 comentario:

  1. Con lo bonito que es amar la trama (antes que el desenlace), buscar la moraleja y ahondar en el sentido del autor...
    Coda: quien ama lo bonito siempre pregunta qué representa una abstracción pictórica. Bah.
    P.

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