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jueves, 9 de febrero de 2012

Un viejo sistema operativo



Su profesor de informática fumaba muchísimo. No paraba de hacerlo y cuando inhalaba el humo arrugaba los labios hasta conseguir hacer desaparecer su boca negra. Su pelo era blanco y grasiento. Ondulaba su peluca encima de una enorme cabeza pensante. Llenaba con su barriga un traje gris ajado. Tenía muy poco cuello y alrededor una corbata muy grande y plateada.

Detrás de su mesa se transformaba en un bloque de hormigón. No expresaba nada su maestro delante del ordenador. Iluminaba el tubo catódico a través de la pantalla en sus gafas y reflejaban los cristales pequeños haces de luz de color verde fosforito.

Uno de sus alumnos, un chico muy vago y disperso se ocultaba en el fondo del aula. No hacía ni caso por el hecho de que no entendía casi nada. Le gustaban los videojuegos y los colores que proyectaban los ordenadores pero no soportaba la disciplina que adoptaban sus compañeros y profesores. Ya no pensaban los chicos de su edad en lenguaje ms dos. Ahora le tocaba el turno a las videoconsolas de ocho y dieciséis bits. Ellas eran las que dictaban el gusto y fascinación por las nuevas tecnologías. El sistema de códigos internos de las viejas computadoras de su colegio estaba obsoleto para los chicos de su generación. No obstante, algunos de ellos se adaptaban perfectamente como si aceptasen digerir piedras. Manoseaban los teclados y llenaban su mesa de cabellos. Se dejaban las escamas en aquellos pupitres.

El chico jugaba con su programa editorial mientras su profesor no paraba de fumar y escribir en la pizarra. Degustaba aquel alumno imaginando tonterías de color verde sobre fondo negro. Describía en la pantalla de su ordenador cada detalle que observaba en el rostro de sus compañeros.

Brillan sus ojos de trucha. Se doblan como monos y se rascan la cabeza. Desconocedores todos de un lenguaje interno indescifrable.

Su profesor seguía escribiendo signos copiados de su libro de texto. La gestión de parámetros era la siguiente:

@echo off
ver
goto Final
vol
:Final


if "%TEMP%"=="" set TEMP=C:\DOS


Mientras tanto el chico disperso seguía narrando lo acontecido en aquella sala. Escribía a tiempo real y lo guardaba en la memoria c: de su ordenador. Al final de la clase nunca se olvidaba de copiarlo todo en su disquete de 5.5”.

Era una cosa fascinante comprobar cómo se almacenaban los datos en tan poco tiempo.

En el fondo la clase no le resultaba tan pesada. No le disgustaban los fluorescentes del techo ni tampoco las paredes sin ventana. Lo que le realmente no soportaba era la disciplina. Las paredes de baldosa verde azulada brillaban y reflejaban disciplina. Y además llevaban él y sus compañeros tres interminables horas de clase. Lo pasaba mal el chico y ya no sabía sobre qué demonios escribir. Entonces describía lo que hacía. Eso era de lo que hablaba.

El tema de sus relatos era el hecho de redactar en sí mismo.

El caso es que alucinaba con los signos y colores de aquellos ordenadores. Le ayudaba un posible lenguaje indescifrable de códigos a pensar en abstracto. Imaginaba el futuro contantemente mientras escribía en su presente más inmediato relatos del pasado.

De repente sonó muy fuerte el timbre y apagaron todos los ordenadores. Recogió rápidamente su mochila y se largó de allí. Mientras caminaba hacia su casa daba vueltas sin control a su diminuta cabeza.

[comando |] SORT [/R] [/+n] [> [unidad2:][ruta2] nombre_archivo2]

Estaba claro.

Poseía las herramientas necesarias para la construcción de una vieja hipótesis. Proyectaría con aquellos códigos nuevos planetas desde la tierra en donde los seres humanos pudiesen vivir felices y en armonía consigo mismos.


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