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martes, 7 de febrero de 2012

Eructos con sabor a caramelo



Transcurría un año bisiesto cualquiera. Unos pocos días antes de las fiestas patronales de S. los dueños del bar montaban la barraca. La llenaban de refrescos y de bebidas alcohólicas. Coca colas, naranjadas, limonadas y barriles de cerveza.

Allí estaban todas aquellas cajas apiladas unas encima de las otras perfectamente ordenadas.

Él y sus amigos se colaron dentro sin que nadie los viera. Contaron la cantidad de botellas que había en cada caja. Cuatro filas de siete botellas. Estaban todas llenas de polvo y de telas de araña. Se fijaron en una caja de refrescos en concreto. La naranjada era su bebida favorita y les gustaba beberla siempre que podían. El chico más delgado de todos levantó una caja repleta de botellines de KAS y la puso de golpe encima de una barra de aluminio.


- ¡Blam!


De un salto se subió a la barra y pasó al otro lado. Recogió la caja muy deprisa y se largaron todos corriendo con la mercancía robada hacia el río.



Cuando ya se habían alejado del pueblo lo suficiente como para no poder ser vistos por nadie descansaron. Rodearon los niños los veintiocho botellines. Los miraban con los ojos muy abiertos y salivaban con solo pensar en beberse su contenido. El problema era que no contaban con un simple abrebotellas. Se las ingeniaron para destaparlas haciendo palanca contra un muro de cemento.

Salía disparada la comúnmente denominada chapa.

Entonces se bebieron su contenido a toda velocidad y de un solo trago. Se hincharon de aquel horrible brebaje hasta la enfermedad. La naranjada estaba muy caliente pero no les importaba. Degustaban el azúcar y las burbujas se transformaban en eructos con sabor a caramelo.

1 comentario:

  1. Maravilloso relato. Sólo esperaba que nos dejaran unos cuantos refrescos a l@s lectores de tu blog.

    La ilustración es grande.

    Sé feliz.

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