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domingo, 5 de febrero de 2012

La base de plástico de un zapato de tacón



No sabía de donde procedían el viento y la nieve. Seguramente viajaban desde un lugar remoto hasta desaparecer en algún lugar extraño. Se formaba la nieve en espirales de hielo a lo largo y ancho de su barrio. Se colaba el viento en algunas calles y la sensación térmica bajaba de golpe. Se protegían algunos con muros de contención para los climas severos. Paredes de ladrillo. Paredes de yeso. Suelos de madera. Cristales sellados con silicona y burletes de goma.

Formados de hielo millones de copos flotaban por el cielo. Siempre lo hacían siguiendo una línea imaginaria. Su propia trayectoria aleatoria. Y dejaban de ser copos cuando tocaban el suelo. Cuando se posaban en los abrigos de los peatones. En sus gorros de lana y botas de goma. En sus rostros apáticos y mirada perdida. Los músculos de la cara se transformaban y expresaban menos que lo que pueda expresar una piedra. Una piedra helada conseguía expresar mucho mejor en medio de la nieve.

Se trastornaba el ciudadano e hibernaba su mente.

Pensaba el chico que le gustaba hablar del tiempo constantemente. Disfrutaba con las descripciones tan inmediatas que formulaban sus vecinos en el ascensor y por la calle. Introducían el tema de vez en cuando sus amigos en los bares. Enlazaban sus temas de conversación de maravilla. Coincidían y reflejaban su forma de seres humanos. Se abrigaban y estaban de acuerdo en todo. Las gotas de lluvia eran estrellas.

Estructuras geométricas de hielo formadas por el viento.

Salió de casa forrado de muchas capas. Había quedado con su hermano para cenar. Andaba como si le pesaran los brazos. Parecía un espantapájaros sin estructura. Caminaba y observaba sus zapatos. Le picaba la cabeza a través de su gorro de lana marrón. Pensaba entonces que no tenía frío. Levantaba la cabeza y presumía de cuello sin bufanda. Un cuello muy fino de asustado cervatillo. Sus piernas como palillos bailaban dentro de sus pantalones vaqueros. Estaba helada su ropa y cuando se agachaba para poder atarse los cordones se congelaban sus rodillas.

El frío recorría sus extremidades y embalsamado su cuerpo se transformaba de nuevo en un espantapájaros.

Caminaba taciturno mirando al suelo. La nieve se alojaba entre los adoquines hundidos en el cemento. De repente sintió algo extraño en la planta del pie. Algo se había enganchado en la suela de su zapato derecho. Arrastro el objeto sobre los adoquines. No había manera de zafarse de aquella protuberancia incómoda. Se había instalado en su zapato como un parásito. Se agachó y descubrió que se trataba de un tacón.

La base de plástico de un zapato de tacón.

Se había enganchado y clavado de repente. Qué cosa tan extraña. Seguramente se trataba de algo extraordinario. No lo sabía. Buscaba en el invierno y en su vida cotidiana algo nuevo y revelador.

Buscaba incansablemente un sentido de las cosas ordinarias. Y cada vez se alejaba más y más de su propia realidad.


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