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jueves, 1 de diciembre de 2011

Un intenso punto de color rojo



Recordaba aquella noche con total exactitud. Sobre todo porque le supuso algo extraño y doloroso. La luna llena lo iluminaba todo. Se podía caminar por el monte sin linterna y acostarse tarde. Se recomendaba despedirse de los animales diurnos y reconciliarse con los más oscuros.

Propuestas que le atraían inevitablemente.

Sus amigos decidieron bañarse en el río. Intentaba convencerlos para que cambiasen de opinión, pero no había nada que hacer.

Se dirigían directamente por la carretera hacia la presa de U.

Le habían contado historias sobre una trucha gigante que vivía en una cueva gigante. Por el día se quedaba quieta esperando a que se hiciera noche para salir a comer. Por suerte se alimentaba de libélulas y de arañas gigantes. Poseía unas mandíbulas y unos dientes casi tan grandes como los de un perro pequeño. La verdad es que no le preocupaban aquellas historias. No eran tan descabelladas al fin y al cabo. Sabía que la rutina de los peces se duplicaba por la noche. Lo que realmente le preocupaba era tener que perturbar su actividad nocturna por un simple chapuzón. De todas formas ya estaba decidido.

No se repetiría una noche igual en todo el verano.

Por el camino de ida las líneas de la carretera brillaban con un blanco alucinante, casi fantasmal. A lo lejos se observaban un montón de árboles de colores verdes muy profundos. La silueta de las montañas se recortaba perfectamente con el azul claro del cielo. La temperatura era muy agradable, perfecta para el baño.

Cuando llegaron a la orilla la corriente arrastraba un montón de palos y espuma. Sus amigos se quitaron la ropa y él hizo lo mismo. No le importaba. Por la noche se camuflaban sus formas de frágil e inflexible calamar. Sin embargo su color de piel le delataba. Su tono de piel era igual de pálido que la luna. Sus manos eran como dos estrellas y sus brazos dibujaban líneas ondulantes a través del aire. Todos le observaban y gritaban como locos.

La presa la dominaba una enorme piedra cubierta de hiedra venenosa. Sus amigos se lanzaban desde allí de cabeza o dando vueltas en el aire. Él no hacía nada de eso. Primero porque se mareaba y segundo porque era demasiado consciente de los peligros que le acechaban. Era prudente o al menos eso pensaba de sí mismo. El caso es que también disfrutaba como todos de aquel baño. Los peces y las culebras, las arañas y zapateros gigantes le protegerían.

No dejarían que nada ni nadie le molestaran.

Entonces sólo le faltaba lanzarse desde la piedra. Quería demostrar que todos estaban equivocados respecto a él. Podía ser mucho menos prudente de lo que pensaban. De hecho su futuro estaría plagado de temeridades de las cuales nunca dejaría de aprender. Se lanzó al vacío abriendo las piernas y gritando.

- ¡Uaouoauoouaouoauoauoauaouoauaouoauoauaoua!

De repente un dolor intenso recorrió todo su cuerpo. Algo indescriptible rozó su piel. Extraños calambres se dispersaron sin control sobre un punto. Una zona concreta se estremecía como si quisiera desaparecer. Chasquidos y golpes se deslizaron en forma de triángulos a través de la piel. Su huevo izquierdo había estampado contra el agua. Lo primero que había besado la superficie había sido su testículo.

Experimentaba un dolor agudo en el fondo del río. La oscuridad le rodeaba y pequeñas burbujas de aire giraban en círculos espirales alrededor de su cuerpo. No podía exteriorizar su dolor. Nadó hacia la orilla y se refugió detrás de un árbol. Se bajó el traje de baño y allí estaba. Un intenso punto de color rojo. Se veía claramente y palpitaba con destellos rosáceos. Cuando lo tocaba se iluminaba y encogía. Un intenso dolor triangular y tremendos calambres recorrían su cuerpo.

Chapoteaban todos los demás y se divertían como salvajes. La luna llena brillaba pero esta vez lo hacía con menor intensidad. Un leve resplandor se observaba a lo lejos. Expulsaban las estrellas agobiantes líneas de colores. Se hacía de noche y las nubes ocultaban el resto de formas aleatorias. Cuando salieron sus amigos del agua le interrogaron. No entendían porque su amigo siempre se ocultaba del resto. La verdad es que siempre lo hacía. Durante un instante pensó en contarles la verdad. No lo hizo porque no deseaba ser el centro de atención de todos. El dolor poco a poco iba desapareciendo y empezaba a sentirse mejor.

Iluminaban el resto de formas aleatorias de nuevo. Por el camino de vuelta las líneas de la carretera brillaban con un blanco alucinante…

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