...

...

sábado, 10 de diciembre de 2011

Papá Noel



Todos los veranos le obligaban a leer. Era por algo que debía pasar si quería salir a la calle a jugar. Su casa estaba en las traseras del pueblo y era maravillosa. Pestillos de señores de hierro negro. El suelo de los porches de color naranja. Las cortinas de seda a través de la ventana del salón. El picaporte de color oro y el turrón de cemento.

Una estructura de piedra detenida en el tiempo.

Por las tardes se quedaba solo y encerrado haciendo sus deberes. Su mejor amigo le visitaba de vez en cuando. Llamaba al timbre y esperaba. A los pocos segundos le aceptaban todos en silencio. Las fotografías y el tocadiscos. Los ceniceros y la cocina. Los muebles y aquella casa.

Y subían ambos las escaleras hasta el primer piso. Las habitaciones del ala oeste eran muy luminosas. Las del ala este muy oscuras. La luz artificial iluminaba el suelo de madera del pasillo. Deambulaba de un sitio a otro buscando algo y terminaba de hacer sus deberes. Mientras tanto su amigo investigaba. Esperaba en el cuarto del ocio. Una cama llena de cuadernos y de apuntes. Al fondo una mesa vacía y una estantería llena de libros.

Las paredes estaban pintadas de blanco. Las letras y los nombres firmaban un extraño mural. De colores las montañas eran picos de nieve congelada. Papá Noel en el centro. Un bosque lleno de pájaros escondidos entre las hojas de los árboles.

Y a su alrededor impregnados de un olor característico y de mucha luz.

- Vámonos de aquí.


No hay comentarios:

Publicar un comentario