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jueves, 11 de octubre de 2012

Su primer libro de bolsillo


Se coló por un agujero a través de una valla y empezó a deambular. La casa parecía deshabitada pero se notaba que no era el primero ni tampoco el último que había entrado a curiosear. Estaba toda llena de pintadas. Llena de todo tipo de frases inmortalizadas con tiza y spray.

Moñas
Viva yo          la farlopa
Okupa kopón
Vicente me debes 1000 pavos
Droms
David cabezón
gaztetxea

Dentro estaba todo podrido y no faltaba el típico colchón mugriento ni tampoco el típico armario sin puertas volcado en la entrada. En medio de lo que parecía ser el salón principal de la casa había un balón de plástico pinchado. Todas esas cosas ya las había visto en otras tantas casas en la cuáles se había colado cientos de veces. No se trataba de eso. La casa y sus alrededores debían contener algo especial y así lo sentía.

Y aquel sentimiento le empujaba a seguir investigando a pesar del miedo.

De repente salió disparado un murciélago de una de las habitaciones más oscuras. Pensó el chico que seguramente aquella habitación estaría plagada de muchos más murciélagos por lo que decidió salir de allí cuanto antes. Afuera se habían colado unos cuantos rayos entre las blancas y espesas nubes del cielo. Se habían colado unos pocos rayos y se notaba que no iban a durar mucho. Iluminaban la hierba seca que crecía aleatoria en el jardín de aquella casa. Iluminaban la hierba seca que crecía entre un montón de palés de color oscuro e iluminaban aquellos rayos incluso el interior de un pozo de piedra en ruinas. Lo iluminaban todo aquellos rayos efímeros y entonces le poseyeron al chico ganas de pasear por aquel jardín. Pasear simplemente por el hecho de hacerlo.

Caminaba como alelado entre los escombros y entre las montañas de palés.

Y parecía formar todo aquello una parte importante de su propia naturaleza.

Entonces se detuvo. Lo hizo porque de repente vio algo extraño. Entre todas las cosas que podían llamar su atención en aquel lugar, ésta era la que más lo hacía. ¿Que por qué? No lo sabía pero el caso es que lo hacía.

Entre un montón de periódicos usados y de revistas del corazón mojadas descubrió unos cuantos libros. Libros viejos de poesía y novela rosa. No reconocía nada e incluso sentía un poco de asco cuando tocaba todos aquellos tomos. Sin embargo había uno que destacaba entre todos ellos. Era un libro delgado y blanco de bolsillo. No tenía ninguna ilustración ni fotografía en la portada. Solamente impresos el título y el nombre de un autor desconocido. A pesar de no ser muy aficionado a la lectura lo abrió. Empezaba con una dedicatoria. La dedicatoria más bonita que había leído jamás.

Para Marie.

La poesía le aburría soberanamente pero ésta por alguna razón le enganchaba. Era extraño pero no podía dejar de leer aquellas frases tan poderosas y sugerentes. Palabras prohibidas de un escritor olvidado, pensó el chico. Poesía erótica de calidad. Poderosas rimas nada caprichosas. Palabras que se enlazaban perfectamente y que formaban imágenes tan nítidas que llegaban incluso a excitarle.

Descubro sus piernas de repente
Largas como remos
Tan suaves como su regazo
Enfermo y delicado abrazo
Que trastorna mi mente
Y devuelve a mi seno
Su poderoso manto

De cabellos son las cortinas
Que ocultan sus pechos
Que no tiene y que rayan los míos
Entre risas y llantos

Oh querida yo te adoro
Y  tú lo haces también
no te quejes si la luna
Te despierta entre mis brazos.


Allí, sentado entre los escombros devoró aquel libro desde la primera página hasta la última.
Cuando lo terminó de leer se lo metió en el bolsillo y salio de allí pitando.

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