Su
primera cita con B. fue maravillosa pero poco a poco todo fue degenerando. Ya
se habían avisado ambos que la cosa no tenía futuro, sin embargo seguían
conociéndose. La última vez que acabaron conociéndose ya del todo, se dejaron
de ver. Esto no supuso ningún problema para ninguno de los dos. Su relación
estaba muerta. Se habían dicho cosas bonitas que ninguno de los dos sentían. Se
habían dado cariño sí, pero de alguna forma no se habían dado el suficiente.
Una
tarde de Febrero se sentaron ambos sobre la cama de B. Se observaban y se
besaban de forma muy rara. Se desnudaron y después observaron el techo. Se hablaban
mirando al infinito y casi no se tocaban. El pelo grasiento de B. y sus hombros
desnudos llenos de pecas rozaban la cama. No había nada en la silueta de B. que
le sedujera. Era una silueta muerta y obligada por la fuerza de la gravedad a
permanecer en silencio. Tampoco B. sentía nada por la persona que tenía a su lado.
Era todo muy aburrido en aquella posición. Entonces B. se levantó de golpe y
empezó a tocarse el pelo de forma descontrolada. Intentaba seducirle a toda
costa.
Trataba
B. de conseguir por lo menos una caricia en el hombro.
No
había nada que hacer. Su cuerpo muerto tumbado y cubierto con su edredón no se
movía ni tampoco reaccionaba.
No
sentía nada.
Entonces
B. saltó de la cama y posando sus pies desnudos contra el suelo de su
habitación se puso a revolver entre los cajones de su armario. A los tres
minutos volvió a la cama con un extraño y diminuto aparato entre las manos.
-
¿Te apetece ver
una peli? – dijo B.
Entonces
se iluminaron sus ojos y descubrieron de pronto el cuerpo de B. Le sedujeron de
nuevo sus hombros y le hicieron gracia sus pecas. Acarició su pelo grasiento y
amó de nuevo aquella silueta.
Por
lo menos lo hizo por unos instantes. Fueron breves e intensos aquellos
instantes que por lo menos duraron una eternidad. B. no reparaba en ello, pero
gracias a su diminuto reproductor dvd
y a su decisión de recuperarlo en aquel preciso instante, había conseguido
seducir de nuevo a su amante.
Había
conseguido seducirle durante siete segundos.
…
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