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viernes, 22 de julio de 2011

Viaje de ensueño



Cuando se acordaba compraba el billete con antelación. No le gustaba viajar en los asientos traseros del autobús por un hecho geométrico simple.

Se mareaba.

El caso es que por primera vez había conseguido el asiento perfecto. Seguramente había arrebatado la plaza de algún pobre anciano desvalido. Cargaba con esa horrible y ligera sensación en su maleta llena de horribles sensaciones. Tenía una ventana a su derecha y de frente la del conductor.

Desde allí lo controlaba todo.

Salieron de B. Con destino a P. Los pasajeros hablaban entre ellos muy animados y se acomodaban en sus asientos. El sol de mediodía iluminaba el interior del bus y calentaba las cortinas de tela.

Se desplazaban en línea recta y por autovía. Sonaba muy baja la radio del conductor y empezaba a declinar el sol. Cerró los ojos y apoyó su grasienta nuca en el respaldo de su asiento. Los sueños se repetían e interrumpían de improviso. Algunos le provocaban dolores de cabeza que solucionaba cambiando de postura.

De todas sus conciliaciones la tercera resultó ser la más larga y reparadora.

Tuvieron que pasar unos pocos segundos para que fuese consciente de su situación. Los colores amarillos del sol habían combinado y cargado de matices las sombras de la carretera. Bañaban de forma paralela sus rayos y reflejaban una pantalla plana de luz.

Moteados grises se repartían a lo largo y ancho de su campo de visión. Y reinaba el silencio. Un silencio maravilloso.

A lo lejos divisó un grupo de montañas. El detalle sumo y aterciopelado de las primeras se le antojaba transitable. La mezcla con el cielo de las más lejanas formaba parte del fondo. Y el decorado empezaba a fundirse en unos tonos de cambios sutiles e imprecisos.

Las nubes amarillas y naranjas iluminadas por el sol del atardecer se degradaban perfectamente con el cielo turquesa. Segundos más tarde nubes grises como cerebros se despedían con un desfile de colores violeta cada vez más oscuros.

Sus ojos reflejaban cansados su naturaleza insoportable. La forma de ser de todo cuanto desconocía. Y era por ello que cada día se desprendía más y más de su testigo de ser consciente. Ignorante y bruto no apreciaba lo verdaderamente privilegiado que era. Y acompañado de todos ellos, pobladores inmemoriales del mundo conocido, plantas y animales rodeaban su asiento.

Enmarcados de oscuridad y de color verde le dijeron:


Las jornadas sucedieron en la mente de algunos locos que llamados a ser cuerdos fueron iluminados por linternas. Focos que iluminaron un cielo plagado de estrellas buscando respuestas.

Las sensaciones se producen incontrolables pero no te preocupes. Suceden las jornadas a pesar de todo.

Piensa en ello.



Y a partir de entonces su presente más inmediato se le apareció revelador.



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