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miércoles, 21 de septiembre de 2016

LA BOLA IGNÍFUGA

Un  pastor de la ribera de Navarra
encontró un buen día en el campo
una bola hueca de acero
recubierta de un extraño

material ignífugo

Son restos espaciales – le dijeron las autoridades

¡Devuélvela a su dueño! – le decían los del pueblo

Pero él consideraba su bola
un regalo del cielo
un maravilloso regalo tocado
por la mano del mismísimo dios

Acto seguido
la escondió en su cobertizo
entre rastrillos y arados
y la ocultó durante años
sin que nadie se diera cuenta

Adoraba su suerte y pensaba en silencio

¡Bendito el día que apareció la bola!

Todos los días después del trabajo
la observaba durante horas
colocada sobre un tronco
colocada bajo el único rayo de sol
que se colaba a través del tejado de madera
de su desvencijado cobertizo

y observaba su belleza
hasta que se hacía de noche

y degustaba cada detalle
de aquel regalo
que el cielo le había obsequiado

Una tarde de verano
cuando retiraba el rebaño
y un sol de fuego acariciaba los campos
un montón de gente del pueblo
se acercó chillando

¡El cobertizo está ardiendo!
¡Rápido, hay que salvarlo!

Pero para cuando llegaron
solamente quedaban cenizas
y entre los escombros únicamente
pudieron reconocer
la bola

que era ignífuga

Y entonces todos los del pueblo
al verla se enfadaron
y gritaron al unísono

¡Le está bien empleado!
¡Por farsante y ladrón!

Y se largaron todos murmurando
dejando atrás al pastor
con una sonrisa de oreja a oreja
estampada en el rostro

observando su regalo intacto
observando la belleza de su bola ignífuga

bajo los rayos del sol


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