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martes, 21 de abril de 2015

Un jersey rojo



Siempre he querido hablar sobre esto. Describirlo puede que me cueste horrores pero lo pienso intentar. Se trata de una imagen muy borrosa, casi abstracta. Allá voy.

Estoy tumbado en una cama. A mi alrededor circulan muchas personas de un lado a otro. Son personas que conozco muy bien y que me dan seguridad. Poco a poco todas estas personas van desapareciendo. Oigo sus gritos y el ruido de una puerta a lo lejos. La puerta se abre y se cierra continuamente. Al cabo de un rato viene la persona que más quiero en el mundo. Me da un beso y me acaricia. Articula sonidos que no entiendo. De pronto desaparece y escucho el ruido de la puerta otra vez. Me quedo solo durante un buen rato. Empiezo a sentirme mal. ¿Dónde se han ido todos? El rumor de una radio a lo lejos me tranquiliza. Aparece una persona que reconozco pero que no me hace mucho caso. Lleva un jersey rojo y su pelo es negro. Se mueve de un lado a otro haciendo mucho ruido. De repente el sonido de un aspirador. No me gusta ese sonido, no me deja pensar. Me siento muy mal porque mi madre ya no está. Me siento vulnerable. De nuevo aquella chica. Se mueve sin parar con su jersey rojo y su pelo negro con coleta. Me dice algo que no entiendo y me acaricia. Sus manos son ásperas. No me siento muy bien que digamos. Algo húmedo recorre mi entrepierna. Me siento aliviado. Huele muy mal. Lo que antes era húmedo y calentito ahora es frío e incómodo. La chica del jersey rojo se acerca y empieza a gritar. Me quita los pantalones y me libera de los pañales. El olor es cada vez más fuerte. Ya no escucho la música de fondo. Unos rayos de sol se cuelan por la ventana que tengo a mis espaldas. Menudo trajín. La chica entra y sale de la habitación. Me limpia con unas toallitas muy frescas. Y por fin el olor que más me gusta. Los polvos de talco suspendidos en el aire de mi habitación. Se reflejan en los rayos de sol y se cuelan en mi rostro. De nuevo los pañales y la música de fondo. Ahora sí que me siento solo. Tengo que llorar y conformarme con las caricias de la chica del jersey rojo. Sus manos son ásperas. No me siento muy bien que digamos. Algo húmedo recorre mi entrepierna…

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