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lunes, 1 de diciembre de 2014

Llevaba un chubasquero beige



Supongo que soy rara. Me ocurre a veces que todo mí alrededor se torna blanco y entonces soy capaz de entablar una conversación a tiempo real. Pero no una conversación normal. Lo hago con la mente y lo hago muy bien.

Lo única pega es que necesito mucha gente para que todo funcione como es debido. Me explico. Para entablar mi conversación telepática necesito hacerlo rodeada de mucha gente. Es entonces, en ese mismo instante, cuando las personas se me revelan.

La primera vez que me ocurrió fue un fin de semana de agosto, en un festival de música. Había ido con mi novio de entonces y todo auguraba diversión y despiporre. Nada más llegar al camping nos duchamos y montamos la tienda. Después de cenar nos dirigimos rápidamente al recinto de los conciertos para coger un buen sitio. Era el primer día y todo el mundo estaba como loco. 

Lucía un sol de atardecer veraniego y eso a la gente le hacía feliz. 

Se hizo de noche y empezaron los primeros conciertos. Nada especial. Habíamos ido a ver una banda en concreto y a decir verdad, no nos interesaban lo más mínimo todas las demás. En el segundo concierto empezó a chispear. Los gallos de aquel histriónico británico produjeron la lluvia. Enfadados, nos levantamos del suelo y buscamos un refugio donde cobijarnos. No había ninguno y cuando intentábamos entrar en alguna zona reservada, nos echaban a patadas. Llovía a cántaros pero nos daba igual. Decidimos coger unos cuantos cartones como paraguas y nos acercamos al escenario. 

El tiempo se hacía eterno hasta que por fin salieron. 

Sonaban como mil demonios y eso nos gustaba. La gente se transformaba y corría en círculos extraños. Saltaban y coreaban las canciones, todos a la vez. Cuando el cantante levantaba los brazos o chupaba el micrófono, cuando la guitarrista enseñaba el pompis o guiñaba un ojo, entonces la locura se adueñaba del público.

El tiempo y el espacio daban lo mismo. Allí estábamos mi novio y yo bailando y dejándonos llevar por la demencia y el barro.

Entonces le vi.

Llevaba un chubasquero beige y una camiseta blanca. Estaba en primera fila como absorto, muy quieto en medio de todo el mundo. Miraba el concierto con la boca abierta con una expresión un poco boba. Tenía un pelo grasiento muy oscuro y de vez en cuando movía la cabeza al ritmo de la música. La gente le empujaba pero a él parecía darle igual. Cuando llevaba un rato mirando su cogote, de repente escuché su voz.

- ¡Hey! ¡Hola! ¿Qué tal estas?

- Bien… - respondí.

No me lo podía creer. Allí estaba él. Mirando el concierto muy concentrado y a la vez hablando conmigo

- ¿Menuda lluvia eh? ¿Crees que merece la pena?

- Claro que sí – contesté.

Mi novio me hablaba gritando pero casi no le oía, sin embargo a mi desconocido amigo le escuchaba sin problemas, muy claramente.

- Eres muy guapa y pareces muy rara ¿Lo sabes?

Todo era una locura. Ni siquiera me había mirado. Empecé a pensar que todo era fruto de mi imaginación, que me estaba volviendo loca. Hice la prueba.

- Si tanto te gusto, ¿Por qué no te das la vuelta y me miras de una puñetera vez?

- De acuerdo- contestó.

Sin embargo seguía mirando al frente. De repente mi novio me empujó y me dijo gritando.

- ¿Qué te pasa chica? No dices nada, estás como atontada… ¡Regresa!

Y me volvió a empujar hacia la gente. Acto seguido me vi en medio de una vorágine de chicas y chicos. Rebotaba entre ellos y me alejaban de todo. Mi novio permanecía a mi lado, me había seguido y se había puesto a empujar como todos los demás. Para cuando quise darme cuenta mi amigo imaginario ya se había esfumado. Le gritaba con fuerza pero nadie contestaba. 

Había desaparecido y lo había perdido para siempre.

Acabaron los conciertos y volvimos todos al camping. Tenía las zapatillas empapadas y las medias rotas y llenas de barro. Llegamos a la tienda y nos quitamos la ropa mojada. Cuando estábamos los dos tumbados dentro del saco mi novio me dijo.

- ¿Qué te pasa tía? No has dicho ni una sola palabra en todo el concierto… ¿Estas enfadada por algo?

- Qué va… Tranqui, no pasa nada. Simplemente estoy cansada. ¿Sabes una cosa?

- Dime. – contestó él.

- Mientras estábamos el concierto he mantenido una conversación telepática con un chico que había delante.

- ¿Qué dices? ¿Estás loca o qué? ¿Por qué no me lo has contado entonces?

- Se habría roto la magia, supongo…

- ¿Pero tú de qué vas? No quiero saber nada... Estás como una regadera. Hasta mañana.

Y se puso de espaldas mostrándome un bulto que supuse era su trasero dentro del saco. Se había enfadado y se había enfadado con razón. No pude controlarlo entonces y tampoco puedo controlarlo ahora. 

Supongo que soy rara.




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