Mi nombre es L.C. No
me dejan salir a la calle. Estoy confinado en mi propia casa pero eso no me
importa. He vivido todo lo que me ha dado la gana. Ahora disfruto contando las
baldosas del baño. Unas setenta y cinco exactamente. Bueno setenta y cinco y
media. Lo he apuntado todo en un papel para que no se me olvide. Últimamente
olvido las cosas y eso me fastidia. Ayer me llamaron unos hombres por teléfono
y no pararon de insultarme hasta que colgaron. Supongo que me odian. Yo no les
odio a ellos. No me puedo permitir odiar a nadie. Mi estado de salud es
delicado. ¿Saben una cosa? El otro día estaba en la cocina. Los rayos del sol
entraban por las ventanas y reflejaban intensamente en los armarios y en la
nevera. Preparaba una sopa y de pronto tuve la necesidad urgente de ir al
lavabo. De camino me ocurrió algo extraño. El pasillo estaba totalmente a
oscuras y no podía ver nada. Aquello nunca había supuesto ningún problema ya que reconocía perfectamente cada rincón de aquel pasillo sin embargo, de repente, me quedé
totalmente bloqueado y muerto de miedo. Creo que me mantuve parado unos cinco
minutos más o menos pero la verdad es que a mí me parecieron días. Entonces se me
pasaron muchas cosas por la mente. Sobre todo me acuerdo de una imagen en
concreto. La cabeza rapada de aquel hombre. Recordaba aquella cabeza con
exactitud. Rapada y con dos remolinos en la coronilla. Lo cierto es que
prefiero no pensar más en ello. Ahora él está muerto como un montón de gente
que recuerdo. Yo también voy a morir. Pero, ¿saben otra cosa? Prefiero no darle
muchas más vueltas. Voy a encender la calefacción. Esto me puede llevar una
media hora más o menos. Y eso que lo hago todos los días pero no por ello tardo
menos. Media hora más o menos. Hasta luego.
…
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