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lunes, 10 de enero de 2011

Perfumes



No lo hacía para impresionar a nadie. Simplemente su conciencia acerca de lo que estaba bien y lo que estaba mal pasaba una mala racha. Estaba conociendo el mundo, llevaba conociendo el mundo más de quince años y aprendería a conocerlo mejor en el futuro. La perspectiva de sí mismo no le bastaba por entonces ni tampoco lo haría después. Necesitaba la experiencia.

La creatividad siempre estuvo al servicio de la opulencia, del aburrimiento, del ocio y de la necesidad y él por entonces no estaba ni aburrido ni tampoco necesitaba el dinero. Su carácter gregario le empujaba a cometer esa clase de fechorías sin pensar ni siquiera en las consecuencias de sus actos. Su conciencia no era un obstáculo para llevar a cabo sus caprichos. Lo más problemático era sentirse realizado y conseguir salir inmune de todo aquello.



Se habían puesto de acuerdo para llevar a cabo un pequeño negocio. La cosa consistía en robar perfumes caros para luego venderlos. Mientras dos de ellos despistaban a la dependienta, un tercero deambulaba por la tienda intentando meterse en el bolsillo el preciado elixir. Su técnica de despiste era algo ingenua y simple.

Buscaban un regalo de cumpleaños para su abuela y necesitaban que la dependienta les ayudara en su elección.

Al final de la tarde y después de haberlo intentado en un montón de tiendas sus muñecas olían a toda clase de perfumes horribles.

Y sus amigos se llevaron a casa un par de botellas.

No se le daba bien robar. Su intención era buena sin embargo, le faltaba técnica.


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