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viernes, 1 de octubre de 2010

Carroña




A las ocho de la mañana del día siguiente habían decidido ir a recoger la red. Ya habían resuelto que aquella noche colocarían esa enorme red de pesca de un lado al otro del río. Con mucho esmero dedicaron parte de la tarde en desenredar los nudos de aquel enorme trasmallo. No resultaba una tarea fácil. Dentro de los nudos había enredados un montón de palitos y de hojas secas. Cuando por fin terminaron el trabajo, su amigo la recogió cuidadosamente, la envolvió en una toalla y la introdujo en su mochila. Quedaron en encontrarse después de cenar a orillas del río, cerca del pozo del médico.

Tres horas más tarde, él y su amigo caminaban por un sendero lleno de chopos. A pesar de ser de noche, la luna llena iluminaba con toda claridad el suelo. Una gran actividad nocturna se desarrollaba en aquel río oscuro y lleno de vida. Poco a poco y en silencio descendieron desde un árbol al agua y uno de ellos nadó hasta el borde opuesto del río con un extremo de la red en la mano. Mientras, el otro esperaba agachado sobre las raíces de un árbol. Desde allí observaba cómo su amigo enganchaba la red y acto seguido se acercaba nadando suavemente y con sigilo. Desde la orilla observaba su pericia. Aquella enorme trampa de pescadores ocupaba todo el ancho del río. Todos los peces que pasaran por allí esa noche quedarían atrapados en sus redes.

Los mosquitos infestaban los alrededores y una fina nube negra traspasaba la luna.



Al día siguiente comprobaron horrorizados su destreza.

Enganchados en la red había un montón de peces y algunas ratas de agua, también había culebras y hojas marchitas. El terrible aspecto de los peces muertos fue lo que realmente les asustó. No se trataba sólo del hecho de que estuvieran muertos. Lo que verdaderamente les produjo horror fue la rigidez extrema de aquellos animales. A diferencia de la mayoría de los peces capturados en el agua, éstos habían muerto dentro, atrapados en su propio elemento. Sus formas ya no se asemejaban a nada que pudiera tener que ver con ellos ni con su propia naturaleza.

Aprendida la lección arrojaron su captura al agua convirtiéndola en carroña y comida para los cangrejos.

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