Era
muy extraño, pero aquel fin de semana de Junio sintió que su cuerpo se
transformaba de repente. Se había introducido algo en su mente, algo nuevo y
revelador, una especie de secreto que de pronto albergaba su corazón. La sensación
era maravillosa pero al mismo tiempo le inquietaba. Sin embargo no luchaba, se
dejaba llevar por la tremenda emoción que sentía entonces. Nadie debía conocer
los cambios operantes que llevaban a cabo sus entrañas. Debía ser un secreto
bien guardado y no podía permitir que nadie averiguara nada de lo que le estaba
ocurriendo.
Sería
mucho mejor así.
…
Bajó
de casa y se montó en el coche de su hermana mayor. Un R5 gris clarito muy
pequeño. Se puso el cinturón y se acurrucó en el asiento del copiloto como
pudo. Le gustaba viajar con su hermana porque con ella nunca se mareaba.
Aceleraba y reducía el motor de forma progresiva y casi no tocaba el freno.
Circulaba de forma precisa y agradable. Siempre con la radio a tope le
deleitaba con canciones de rock que se quejaban por todo. Cuando su hermana se
lo permitía, le gustaba sacar la mano por la ventanilla para sentir el aire.
Entonces ella le miraba de reojo y le vigilaba a través de sus gafas de sol
oscuras.
Era
una estupenda y responsable hermana mayor a pesar de todas las broncas y de
todas las patadas.
Más
o menos, cuando estaban a mitad de trayecto, su hermana giró a la izquierda y
se detuvo en una gasolinera. Después de apagar el motor y la radio, salió del
coche y se introdujo en una enorme tienda de revistas y comestibles. La
gasolinera estaba llena de gente repostando y lavando sus coches. Se notaba en
el ambiente que había llegado el verano. Empezaba el calor y todo el mundo se
había echado a la calle. No quedaba nadie en sus casas y la gente tenía unas
ganas horribles de estrenar sus trajes de baño y de dorarse al sol. Su hermana tardaba
mucho en volver y parecía que la cosa iba para rato. Algunos coches le
adelantaban y otros nuevos llegaban y se detenían a su derecha para llenar el
depósito. De repente un flamante deportivo rojo se detuvo a su lado. Salió del
coche un hombre muy alto y muy rubio con unos zapatos muy brillantes y un traje
muy elegante. El hombre mascaba chicle de forma compulsiva y avanzaba con
zancadas de antílope. Se dirigía al mismo sitio que su hermana mayor, por lo
que dedujo que también él tardaría en volver.
Entonces
se puso a observar el flamante deportivo rojo de aquel hombre.
Tenía
unas ruedas gigantes como las de un coche de carreras. Los focos delanteros
formaban parte de la silueta aerodinámica del conjunto. Las llantas del coche
brillaban como espejos y las ventanillas lo hacían como pompas de jabón. De
repente adivinó en su interior una pequeña silueta sentada en el asiento del
copiloto. Era la silueta de un chico de su edad, rubio y con el pelo rizado.
Sus ojos eran azules y sus dientes blancos como perlas. Lo que más llamó su
atención no fueron todas aquellas minucias. Lo que más llamaba su atención era
que él le miraba fijamente a los ojos y de forma extraña. Se comunicaba con
ella y lo hacía con sus ojos azules. Nunca había sentido una mirada como
aquella con tanta intensidad y encima a su vez, ella sentía que también se
comunicaba con él a través de sus propios ojos. Se miraban fijamente y ninguno
de los dos se movía ni un centímetro. Estaban ambos pegados al respaldo de su
asiento. Mente y cuerpo dejaban de ser uno solo para transformarse en dos
entidades complejas. Sentía que superaba aquella sensación todo lo maravilloso
que había sentido ella hasta entonces. Su emoción era lo más parecida a todo
aquello reunido en un solo instante. Un instante por el cual no pasaba el
tiempo. Sospechaba que su hermana aparecería irremediablemente y que les
separaría para siempre. Sentía a la vez el placer y la angustia de aquel
encuentro. El chico no dejaba de mirarle e incluso le sonreía. No soportaba su
sonrisa pero sin embargo no podía vivir sin ella. Miraba al chico y un
cosquilleo extraño le trepaba desde los pies hasta la garganta. Implosionaba su
mente con una especie de eco infinito y con ondas que afectaban incluso a su
propio corazón. Necesitaba salir y abrazar a aquel chico. Necesitaba abrazarle
mucho más que a su propio padre. No entendía por qué de repente un desconocido
total había despertado en ella todas aquellas emociones. A su izquierda se
acercaba su hermana y abría la puerta del conductor. Ni siquiera se había dado
cuenta cuando su hermana había abierto el depósito, echado el carburante y
cerrado el depósito. Se había quedado allí pegada en el asiento del copiloto
con cara de boba. Pero con la cara de una boba reflexiva. Se trataba de un
placer intelectual de tal intensidad que hasta había podido sentir los besos de
aquel chico en su rostro.
Y
con su mirada ella le había devuelto todos aquellos besos.
Sin
más rodeos arrancó su hermana el coche, aceleró y se incorporaron ambas de
nuevo a la carretera.
Sentía
que necesitaba contarle a alguien lo que le había pasado hacía dos minutos.
Allí estaba su hermana mayor pero le daba vergüenza contárselo a ella. Pensó en
contárselo a su mejor amiga. No había nada que hacer. Tampoco ella entendería
ni una palabra. Ni siquiera ella misma entendía nada de lo que le había
ocurrido. De lo único que estaba segura era que había sentido la primera y
maravillosa experiencia de un amor hacia lo desconocido. Y aquello le había
provocado por primera vez una sensación de nostalgia.
Llegaba
todo de golpe, su adolescencia y madurez avanzaban de forma descontrolada y
sentía que abandonaba una etapa de su vida que jamás olvidaría del todo.
…
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