Siempre
a principios de Julio se instalaba la feria cerca de su casa. Llegaban los
feriantes con sus camiones y caravanas y montaban todo el tinglado. Entonces él
y sus amigos se dejaban caer por allí con todo su dinero. Sabían que se llenaba
la feria de gente joven y en general de gente con ganas de pasarlo bien.
Aquel
día recibió una llamada telefónica. Era su mejor amigo que le llamaba para
quedar con él.
-
Ayer acabaron de montarlo todo y hoy funcionan la mayoría de las
atracciones. ¿Quedamos allí hacia las seis?
-
Vale. Creo que tengo algo de dinero ahorrado. Nos vemos justo en la
entrada. ¿Avisas tú a los demás?
-
Está bien. Yo les aviso. ¡Hasta luego!
Y
colgó el teléfono. Lo primero que hizo fue vaciar su caja de caudales. Tenía dinero
suficiente para entretenerse por lo
menos durante dos horas. No obstante mendigó un poco más de dinero a sus padres
y éstos se lo dieron a regañadientes. No consideraban que tanto dinero gastado en
la feria fuese dinero bien invertido. Una hora después salió de su casa
directamente hacia donde había quedado con sus amigos.
…
Entre
toda la emoción había olvidado mirar el reloj y llegó media hora antes. No le
importaba esperar. Se apoyó en un árbol y se puso a observar a la gente. Un
montón de niños acompañados de sus padres accedían al recinto de la feria. Lo
hacían siempre con algo entre las manos. Un globo de helio, una manzana de
caramelo o un empalagoso algodón de azúcar. Sonaban estrepitosas las sirenas de
los autos de choque y bufaban los émbolos de la noria gigante. Crujían los
hierros de aquellas oxidadas estructuras de acero.
Y
decoraban el cielo cientos de metros de gallardetes de colores.
Sus
amigos no llegaban. No sabía si quizás se habían olvidado de él. A unos pocos
metros, en medio de la nada, estaba instalada la bocca della verità.
Aquella horrible réplica de cartón piedra le ponía los pelos de punta.
Escuchaba todo el rato una especie de susurro que salía de un pequeño altavoz,
cerca de la boca de aquel horrible ser.
De repente,
una ráfaga de viento hizo que un montón de papelitos rodearan la maquina en
forma de remolino. Levantó aquella ráfaga un montón de hojas secas y de tierra.
Un pequeño trocito de hoja se introdujo en su ojo derecho. Con mucho cuidado intentó
sacarse el trocito. No podía hacerlo y su ojo lloraba cada vez más.
Emborronaban sus lagrimas su visión y se distorsionaban todas las formas de su
alrededor. Cuando por fin logró desprenderse de aquella incómoda partícula, se
dio cuenta de que estaba justo en frente de la bocca della verità. Casi
la podía tocar. Los ojos rojos de aquel rostro plano le observaban. Le
observaba un rostro severo con cara de pocos amigos.
Y una
voz susurraba irreconocibles frases de reclamo.
Los
gallardetes se agitaban con fuerza en el cielo. Emitían un sonido insoportable
mezclado con truenos. Un sonido que anunciaba una especie de tormenta de
verano. Todo el mundo se largaba de nuevo hacia sus casas.
Y empezaban
a precipitarse heladas gotas de lluvia sobre su rostro.
Sus
amigos no llegaban y decidió que lo más prudente sería volver a su casa
también, no sin antes haber gastado algo de dinero. Un montón de monedas le
pesaban en los bolsillos. Sin pensarlo demasiado introdujo una moneda en la
maquina. En una pantalla de ordenador se podían leer las siguientes palabras.
Introduce tu mano en la bocca della verità y
conocerás tu futuro.
Conocía
todas las historias acerca de aquella escultura. Sabía que no aceptaba los
mentirosos y que si algún embustero se atrevía a introducir la mano dentro se
quedaría atrapado. No obstante la introdujo. Pero en cuanto apoyó la palma en
la base de la boca sintió algo viscoso. No sabía lo que era pero estaba claro
que daba asco. Por lo sentido supuso que algún gracioso había escupido allí
dentro. Algún escéptico y saboteador que no tenía nada mejor que hacer que
mancillarlo todo. Sacó rápidamente la mano del agujero y se limpió como pudo
con un pañuelo de papel que llevaba en el bolsillo.
Lo
peor de todo es que no sabía si aquel castigo se lo merecía él por embustero.
…
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