...

...

martes, 15 de marzo de 2011

El colibrí



El patio y el jardín de su casa estaban en su mejor momento e iluminaban desde su interior una luz maravillosa. Las flores estaban radiantes y sus colores eran tan puros que llamaban la atención. Las rosas eran mucho más rosas y las violetas mucho más violetas. Su sobrino deambulaba de un lado a otro esperando la hora de cenar mientras él hacía lo propio sentado en una silla de plástico y fumando.

El sol se había ocultado detrás de las montañas y empezaban a desaparecer las sombras. Cada vez había menos luz, sin embargo, los objetos conservaban perfectamente todos sus reflejos e intensidad. Las plantas se habían convertido en el centro de atención de todos y el silencio de aquella materia les proporcionaba una información extraordinaria y llena de matices. De repente apareció un pequeño insecto volador que rodeaba las flores y degustaba de cada una de ellas su néctar.

¿Qué es eso? - Preguntó su sobrino.

Es un insecto. - Contestó él.

¿Y qué está haciendo?

Está recolectando polen.

Es muy bonito, parece un colibrí. – Dijo su sobrino mientras lo observaba desde cerca y lo asediaba con un palo.

Déjalo tranquilo, vamos a cenar.


Cuando su sobrino se marchó, él se quedó observando el insecto.

Ya había anochecido y empezaba a hacer frío. Sin pensarlo un minuto más se introdujo en la casa y se sentó en la mesa del salón para cenar.

El menú no podía ser más sencillo. Ensalada de lechuga con cebolla y tortilla de patata. Consideraba aquella cena una bendición y estaba casi seguro de comulgar con todos y cada uno de los comensales de aquella mesa. Cuando empezaron a comer, de repente, entró aquel maravilloso insecto. Revoloteaba por el aire muy nervioso y se chocaba violentamente contra las paredes blancas del salón. También se estrellaba contra el foco que los iluminaba y su impacto producía un sonido seco parecido al sonido que produce el golpe de un nudillo contra una bombilla. Contagiaba su claustrofobia y nerviosismo y decidieron echarle una mano. Su sobrino lo observaba con los ojos muy abiertos y se asustaba cada vez que éste impactaba contra alguna superficie. En su revoloteo parecía advertirles de algo. No era una amenaza, se trataba de un mensaje positivo. Su presencia significaba algo especial. No había flores de por medio ni tampoco violencia. Parecía haber sacrificado su espacio natural y libre por otro mucho más estrecho e íntimo. Lo que quedaba claro es que debían ayudarle a salir de allí sin el menor rasguño.

Apagaron las luces del salón y abrieron la puerta de entrada a la casa. Esperaron pacientemente a que el insecto se marchara. Aquellos instantes transcurrieron extraños. La cena estaba sobre la mesa y todos en silencio esperaban la salida al exterior de su amigo. Cuando pasaron unos minutos observaron una pequeña silueta saliendo por la puerta y dirigiéndose hacia el cielo.

Cerraron la puerta de golpe y encendieron de nuevo la luz. Enseguida acabaron con la comida y pasaron a los postres. Cuando acabaron se fueron todos a la cama excepto su madre que se quedó viendo la televisión. Decidió acompañarla mirando embobado la pantalla y recordando a su pequeño amigo el colibrí.

Seguramente se encontraría dando vueltas alrededor de la luna con su ojo ciego y atravesando el aire sin control. O quizás moriría en uno de aquellos segundos tan largos que transcurren en la vida de un insecto. No lo sabía, tampoco le importaba lo más mínimo. Lo que había conseguido despertar en él no le aportaba nada excepto un poco más de misterio al significado de su existencia.

...

No hay comentarios:

Publicar un comentario