...

...

domingo, 23 de noviembre de 2014

Una estampa de amor y muerte



Nadie podía entender lo acontecido aquella noche de verano. Ni siquiera la policía barajaba muchos datos. Un chico y una chica habían sido atacados por un desconocido la madrugada del sábado al domingo. Volvían por la carretera de un pueblo vecino en fiestas y de repente alguien, sin apenas mediar palabra, les había agredido. Cuando me interrogaron, yo seguía temblando por los nervios y casi no podía ni hablar. El inspector de turno me hizo unas preguntas no sin antes invitarme a una taza de café.


- ¿Qué tal se encuentra?– Dijo el inspector.

- Mejor - respondí.

- Estupendo, mire usted… Según las declaraciones del novio de la víctima, el agresor les abordó en la propia carretera. Por lo declarado, un hombre les pidió tabaco y ellos contestaron que no tenían. Siguieron su camino y entonces el agresor arremetió por detrás con un arma blanca. Posteriormente se dio a la fuga, al parecer en un ciclomotor. ¿Vio usted a alguien más en la carretera?

- No. – contesté.


Por lo visto yo era la única testigo del suceso. Nadie más tenía pistas de lo ocurrido. Hacía frío y los pájaros empezaban a entonar sus melodías diurnas. El cielo se tornaba pálido. Yo rodeaba mi taza de café con las manos, intentando entrar en calor. El policía me miraba y esperaba muy paciente a que largara mi declaración.


- ¿Puede contarnos todo lo que vio exactamente?

- Claro. – Respondí.


Empezaba a recordar e intentaba construir mi relato lo más claro posible.


- Serían alrededor de las cinco y media de la madrugada. Yo volvía sola porque había discutido con mis amigas. Caminaba muy deprisa. Solamente quería llegar a casa y olvidarme de aquella noche. De repente a lo lejos me pareció ver algo, como una mancha blanca en medio de la calzada. Cuando estaba más cerca pude reconocer a dos personas tumbadas en la carretera. Me quedé paralizada sin saber muy bien cómo reaccionar. En un principio me asusté y pensé en retroceder. Parecía como si él le atacara a ella, pero en seguida me di cuenta de la verdad. El chico gritaba desconsolado y pedía ayuda de forma desesperada. Estaba fuera de sí y buscaba algo que no entendía. Al agarrarle el hombro para ayudarle comprobé que él también sangraba. Tenía como un agujero, pero ni siquiera se daba cuenta. Sólo intentaba taponar la herida de ella. ¿No le parece precioso?

- Por favor. Limítese a la declaración y evite dar su opinión al respecto. Hay una chica herida grave debatiéndose entre la vida y la muerte… Prosiga por favor.

- Está bien… Pues por suerte yo soy enfermera. Lo primero que hice fue intentar taponar la herida de ella con pañuelos y fulares. Mientras esperábamos la ambulancia intenté calmar al chico. Estaba nervioso y gemía constantemente. Se notaba que amaba locamente a aquella chica…

- Por favor…limítese a los hechos ¿Y usted no vio nada más? ¿No pudo ver cómo huía el agresor? ¿Ni rastro de la motocicleta?

- Ni rastro, ya se lo he dicho. No pude ver nada excepto a las víctimas. Esto es todo lo que puedo aportar…

- Estupendo, ya ha hecho bastante, muchas gracias por su declaración. Si necesito hacerle alguna otra pregunta le llamaré. ¿De acuerdo?

- De acuerdo- Contesté.


El sol se asomaba entre las montañas. La gente de los pueblos de alrededor se arremolinaba en la carretera.


- ¿Necesita que la lleve a su casa? – dijo el inspector.

- No, gracias. Vivo muy cerca. Me iré andando.

- Como quiera…


Y me largué hacia mi casa. Mientras caminaba por la carretera pensaba en la mala suerte de aquellos chicos. Unos minutos más tarde y yo podría haber sido la víctima de aquel tarado. En parte, ellos me habían salvado la vida y les debía algo por ello. Pensaba también en el chico y en su rostro desencajado intentado taponar la herida de su novia. En ese momento el chico no sentía nada a pesar de sus heridas. Cuanto amor desbordaban sus gemidos… Qué locura de amor desprendían aquellos aspavientos…

Me imaginaba tumbada en la carretera y herida de gravedad. Sola, en medio de la oscuridad y sin que nadie me salvara de una muerte segura. De repente me acordé de todas y cada una de las personas que amaba. Sentía que mi deber era cuidarlas y respetarlas a pesar de todo. Aquella pareja me había mostrado en un instante desesperado todo lo que importa en la vida.

Su estampa de amor y muerte se había grabado en mi espíritu y me producía un fuerte dolor de cabeza…




No hay comentarios:

Publicar un comentario