Se coló por un agujero a través de una valla y
empezó a deambular. La casa parecía deshabitada pero se notaba que no era el
primero ni tampoco el último que había entrado a curiosear. Estaba toda llena
de pintadas. Llena de todo tipo de frases inmortalizadas con tiza y spray.
Moñas
Viva yo la farlopa
Okupa
kopón
Vicente me
debes 1000 pavos
Droms
David
cabezón
gaztetxea
Dentro estaba todo podrido y no faltaba el típico
colchón mugriento ni tampoco el típico armario sin puertas volcado en la
entrada. En medio de lo que parecía ser el salón principal de la casa había un
balón de plástico pinchado. Todas esas cosas ya las había visto en otras tantas
casas en la cuáles se había colado cientos de veces. No se trataba de eso. La
casa y sus alrededores debían contener algo especial y así lo sentía.
Y aquel sentimiento le empujaba a seguir
investigando a pesar del miedo.
De repente salió disparado un murciélago de una de
las habitaciones más oscuras. Pensó el chico que seguramente aquella habitación
estaría plagada de muchos más murciélagos por lo que decidió salir de allí
cuanto antes. Afuera se habían colado unos cuantos rayos entre las blancas y
espesas nubes del cielo. Se habían colado unos pocos rayos y se notaba que no
iban a durar mucho. Iluminaban la hierba seca que crecía aleatoria en el jardín
de aquella casa. Iluminaban la hierba seca que crecía entre un montón de palés
de color oscuro e iluminaban aquellos rayos incluso el interior de un pozo de
piedra en ruinas. Lo iluminaban todo aquellos rayos efímeros y entonces le poseyeron
al chico ganas de pasear por aquel jardín. Pasear simplemente por el hecho de
hacerlo.
Caminaba como alelado entre los escombros y entre
las montañas de palés.
Y parecía formar todo aquello una parte importante
de su propia naturaleza.
Entonces se detuvo. Lo hizo porque de repente vio
algo extraño. Entre todas las cosas que podían llamar su atención en aquel
lugar, ésta era la que más lo hacía. ¿Que por qué? No lo sabía pero el caso es
que lo hacía.
Entre un montón de periódicos usados y de revistas
del corazón mojadas descubrió unos cuantos libros. Libros viejos de poesía y
novela rosa. No reconocía nada e incluso sentía un poco de asco cuando tocaba
todos aquellos tomos. Sin embargo había uno que destacaba entre todos ellos.
Era un libro delgado y blanco de bolsillo. No tenía ninguna ilustración ni
fotografía en la portada. Solamente impresos el título y el nombre de un autor
desconocido. A pesar de no ser muy aficionado a la lectura lo abrió. Empezaba
con una dedicatoria. La dedicatoria más bonita que había leído jamás.
Para Marie.
La poesía le aburría soberanamente pero ésta por
alguna razón le enganchaba. Era extraño pero no podía dejar de leer aquellas
frases tan poderosas y sugerentes. Palabras prohibidas de un escritor olvidado,
pensó el chico. Poesía erótica de calidad. Poderosas rimas nada caprichosas.
Palabras que se enlazaban perfectamente y que formaban imágenes tan nítidas que
llegaban incluso a excitarle.
Descubro
sus piernas de repente
Largas
como remos
Tan suaves
como su regazo
Enfermo y
delicado abrazo
Que
trastorna mi mente
Y devuelve
a mi seno
Su
poderoso manto
De
cabellos son las cortinas
Que
ocultan sus pechos
Que no
tiene y que rayan los míos
Entre
risas y llantos
Oh querida
yo te adoro
Y tú lo haces también
no te
quejes si la luna
Te
despierta entre mis brazos.
Allí, sentado entre los escombros devoró aquel libro
desde la primera página hasta la última.
Cuando lo terminó de leer se lo metió en el
bolsillo y salio de allí pitando.
…
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