Salió de su casa pero no
encontró a nadie en la plaza. Estaba desierto su pueblo.
Y los coches vibraban
calentando como radiadores el ambiente. Una especie de masa cargada de
radiaciones electromagnéticas flotaba y se propagaba en el aire. No llevaba
consigo un termómetro, pero seguro que marcaría por lo menos una temperatura de
unos cuarenta y cinco grados centígrados. Los rayos del sol incidían
perpendicularmente sobre su pelo negro y cuando se tocaba la cabeza con las manos
se quemaba las puntas de los dedos.
Había quedado con sus
amigos después de comer pero supuso que ninguno de ellos aparecería por allí.
Se acercó frunciendo el
ceño hasta una fuente de cemento construida hacía muy poco en medio de la
plaza. Presionó el grifo de metal con un puñetazo y bebió muy rápidamente un
trago de agua caliente.
Un montón de avispas
deambulaban cerca de un charco que formaba la fuente. Revoloteaban y tocaban la
superficie del agua del suelo. Algunas se chocaban contra sus piernas mientras
millones de rayos ultravioletas se fundían con una masa de aire tórrido que
golpeaba su cerebro.
Atravesó la plaza
arrastrando los pies y se introdujo de nuevo en su salón.
Allí dentro todas las
persianas estaban bajadas y cerradas las ventanas. Las paredes de piedra le
aislaban del calor del verano. Flotaban en aquella oscuridad partículas de
hielo. Era como si de repente le arrojaran un cubo de agua fría por encima. Su
piel se impregnaba de aquellas partículas y la oscuridad reconfortaba su mente.
Su pelo se relajaba y cambiaba de temperatura su cuerpo.
Sin pensarlo siquiera un
instante se tumbó en el sofá.
De repente sintió cómo
un baño de telas rodeaba sus piernas. Su rostro y sus brazos se revolcaban en
una masa de hielo informe. La oscuridad le abrazaba y acariciaba su cuerpo.
Reposaba dentro de una nevera y en medio de un desierto de fuego.
Flotaba en un colchón de
nubes y debajo de una cascada de nieve.
Entonces decidió que
nunca más saldría de casa. Esperaría tumbado en su sofá hasta que por lo menos
el sol se ocultara detrás de las montañas.
En la oscuridad de su
salón de piedra y con las persianas bajadas.
…
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